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Original Web

A salvo de las corrientes oceánicas

Del número de abril de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 3 de febrero de 2025 como original para la Web.

Original en español


Me gustaría compartir una experiencia que tuve durante unas vacaciones. Estaba en una playa al norte de nuestro país donde hay mucho entretenimiento para los niños y las familias. La gente a menudo hace surf, bodyboard y practican otros deportes en ese lugar.

Un día soleado, nos encontrábamos mi familia, unos amigos y yo disfrutando del mar, cuando me vino la idea de que, en realidad, todo es la manifestación de Dios. Esta idea viene de “la declaración científica del ser”, que se encuentra en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, escrito por Mary Baker Eddy. Esta declara en parte: “Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 468).

Estaba deslumbrada ante todo esto. Me encantaba pensar en el mar, el cielo y cada individuo de una manera espiritual: como la manifestación divina de Dios. También me acordé de la definición del Cristo que encontramos en el Glosario de Ciencia y Salud, pág. 583: “La divina manifestación de Dios, que viene a la carne para destruir el error encarnado”. Estos pensamientos me maravillaron mientras practicaba bodyboard en las olas.

De repente, oí a un niño pidiendo ayuda. Me di vuelta y vi que el hijo de una amiga, de aproximadamente 11 años, estaba en lo hondo con su tabla de body y la corriente se lo estaba llevando. Él estaba muy asustado y no dudé en ir hacia él. La corriente del océano me llevó donde él estaba.

Cuando estuve cerca, le dije que se tranquilizara y no se preocupara. Sin embargo, cuando miré hacia la orilla mi esposo era solo un punto y apenas podía ver a mi hijo. Se me hizo un nudo en el estómago. Pensé que no debía tener temor porque debía calmar al niño. Por otro lado, sentía como si una voz me dijera: “Claudia, acuérdate de lo que estabas pensando antes”. Fue entonces que recordé que “todo es la Mente infinita y su manifestación infinita”. Reconocí que este era un mensaje angelical, un mensaje de Dios (véase Ciencia y Salud, pág. 581). Mi temor se disipó, e intentamos subirnos a las tablas para atrapar una ola que nos llevara a la orilla.

Sin embargo, las olas no nos llevaban de vuelta. En cambio, nos cubrían y nos hacían dar vueltas debajo del agua. Al ver que seguíamos muy lejos de la orilla, el hijo de mi amiga comenzó a gritar nuevamente pidiendo ayuda. Yo levanté el brazo para que los que estaban en la playa vieran mejor que necesitábamos ayuda. Pareció que habíamos logrado captar la atención de los que estaban en la costa, pero no había salvavidas en esta playa y quienes nos vieron no sabían qué hacer.

Respiré profundo. Mientras le indicaba al niño que se quedara conmigo, mentalmente afirmaba que todo es en realidad la manifestación de Dios. Fue entonces que, sin mayor esfuerzo, la corriente nos empujó hacia el otro lado de la playa. Permanecimos juntos todo el tiempo.

Al acercarnos más a la orilla, comenzaron a venir quienes habían visto la situación. Todos muy felices y agradecidos de que hubiéramos podido salir ilesos.

Siento que lo que nos sostuvo a nosotros y a aquellos que nos observaban fueron los ángeles de Dios, Sus pensamientos sanadores. Mi esposo había estado orando y sabía que Dios nos sacaría de allí. Por medio de su oración mi esposo pudo también tranquilizar un poco a nuestro hijo, mi propio hijo.

No obstante, este no fue el fin de la experiencia. Dos días más tarde, después que unos amigos terminaron de usar algunas tablas de surf para niños, mi hija quiso intentarlo conmigo. Así que trató de pararse sobre la tabla, mientras yo flotaba boca abajo y usaba la tabla que tenía simplemente para que las olas me llevaran hacia la orilla como una tabla para body.

Dada mi reciente experiencia, estaba muy pendiente de que no nos llevara la corriente y de mantenernos siempre en el lado de la playa, donde nos habían indicado que no había corriente. Al ver que mi hija estaba atrapando tan bien las olitas, quise hacer lo mismo. Me puse boca abajo sobre la tabla, pero una corriente me tomó de sorpresa, y en cuestión de segundos comenzó a alejarme de la costa.   

Traté de salir de la corriente, pero no lograba hacerlo; no podía mantener el equilibrio lo suficiente como para permanecer sobre ella. Resistí la idea de que nuevamente me podía llevar la corriente. Comencé a nadar muy fuerte y rápido hacia donde estaba mi hija, pero me cansé mucho y las olas no me sacaban de la corriente. Miraba a todos en la orilla muy lejos, y comencé a hacer señas con el brazo.  Mi esposo se dio cuenta de que estaba pidiendo ayuda.

Nadé con todas mis fuerzas para tratar de salir, pero las olas me pasaban por arriba. Dí varias vueltas debajo del agua y comencé a gritar: “¡Sácame de aquí!”. Esta vez, mi pensamiento no era tan claro como el del otro día, y lo único que pude hacer fue escuchar una voz interior que me decía: “Súbete a la tabla y ponte perpendicular a la ola”. Tan pronto obedecí e hice eso, me calme y una ola grande me llevó a la orilla. Estaba tan agradecida.

Doy gracias a la Sra. Eddy, quien compartió con nosotros esta maravillosa Ciencia para ponerla en práctica día a día. Ahora me doy cuenta de la importancia de afirmarse siempre en Dios, porque hay veces que se presentan situaciones difíciles y nos toman por sorpresa, pero es más fácil ver la solución y protección cuando el pensamiento se mantiene en la realidad espiritual. Siempre podemos recurrir a Dios, quien es “… nuestro amparo y fortaleza; nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1). Al ver que estaba ilesa y a salvo, sentí un profundo regocijo y gratitud hacia nuestro Padre-Madre Dios por su cuidado amoroso y por Sus ángeles que nos amparan en todo momento.

Claudia Honorato
Santiago, Chile

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