En muchas partes del mundo, las relaciones entre países, sociedades y familias parecen caracterizarse por la división. Las teorías y opiniones polarizadoras intentan influir en nuestras percepciones y nuestras relaciones con los demás asumiendo que hay dos lados, y que debemos elegir uno. Estos puntos de vista materialistas no conducen a la paz social, la restauración de la comunidad o el progreso. En realidad, todos queremos vivir en paz y seguridad, porque todos deseamos el bien común.
¿Cómo podemos encontrar soluciones más eficaces a los problemas del mundo, soluciones que incluyan a todos? ¿Cómo podemos defendernos de estas influencias cautivadoras, divisivas? Dios es el Amor divino inmutable, la única Mente infinita que es la fuente de la verdadera sabiduría, de las soluciones inspiradas que bendicen a todos. La oración nos ayuda a descubrir un camino común de progreso espiritual, este camino se abre a medida que descubrimos más acerca del poder de Dios y cómo Él nos gobierna.
En la totalidad de Dios, no hay facciones, no hay polarización. Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, explica en uno de sus escritos: “Recordemos que Dios —el bien— es omnipotente; en consecuencia, el mal es impotente. El bien no tiene sino un solo lado —no tiene un lado malo; la realidad no tiene sino un solo lado, y ese lado es el bueno” (La curación cristiana, pág. 10). Todos nosotros, como hijos de Dios, podemos estar indefectiblemente del lado de Dios, el bien.
La historia de Nehemías ilustra este punto. Los israelitas habían sido llevados cautivos por los babilonios. Cuando el Imperio Persa conquistó Babilonia y sus dominios, permitió que los hebreos cautivos regresaran a Jerusalén para reconstruir su comunidad y el templo de Salomón. Nehemías, un hebreo, era el copero del rey persa, y se enteró de que la comunidad de Jerusalén tenía dificultades. Oró a Dios para que lo guiara, y se sintió inspirado a regresar a la ciudad de Jerusalén para restaurar el muro que la rodeaba. Habló con los residentes que se unieron para colaborar en esta tarea. A medida que trabajaban en paz y unidad, la obra comenzó a progresar. Pero algunos líderes de las ciudades vecinas se indignaron. Temían perder el poder y la influencia que tenían sobre los hebreos si Jerusalén volvía a ser fuerte. Así que trataron de dividirlos, de detener la obra: difundieron rumores falsos, amenazaron con atacarlos, sobornaron a la gente e incluso conspiraron para matar a Nehemías.
Pero Nehemías oró a Dios para que lo guiara, y fue guiado a inspirar a los obreros a adoptar una actitud mental activa y alerta, confiando en el poder de Dios, el bien, para fortalecerlos y defenderlos. “Los que reedificaban la muralla y los que llevaban cargas llevaban la carga en una mano trabajando en la obra, y en la otra empuñaban un arma” (Nehemías 4:17, LBLA).
Finalmente la muralla fue restaurada, y todo el pueblo se reunió en la plaza de la ciudad para escuchar la lectura del libro de la ley de Moisés —el cual incluía los Diez Mandamientos— y para alabar a Dios, comprometiéndose a obedecerle. La Biblia dice que “Se reunió todo el pueblo como un solo hombre” (Nehemías 8:1, LBLA). ¡Tenían un sentido de unidad!
La restauración consistió en mucho más que la reconstrucción de un muro: incluyó la restauración moral de la comunidad. No cedieron a los intentos de polarizarlos. Adoptaron una actitud de alerta espiritual y abandonaron las tradiciones politeístas que habían adquirido en cautiverio, adorando ahora solo a Dios, el Espíritu.
Esta historia me ha enseñado la importancia de mantener una actitud alerta, rechazando las sugestiones polarizadoras del mundo, y aceptando solo al Cristo, la influencia del amor de Dios que sana y salva. Brilló plenamente en la vida de Cristo Jesús, y sigue presente hoy en día.
Hace varios años trabajé en un proyecto de desarrollo de sistemas de información para una empresa multinacional. Yo era el analista senior de la parte más compleja del desarrollo y tenía un equipo de varias personas. Todo iba bien hasta que, cerca de la implementación, el director del proyecto me excluyó repentinamente de las reuniones semanales de gestión, sin dar ninguna explicación. Empezó a tratarme con frialdad y a presionarme.
Me volví de todo corazón a Dios para que me fortaleciera, para expresar más humildad y unidad de pensamiento y acción con mi equipo de trabajo y en mi relación con los gerentes. Reconocí que la Mente divina, Dios, nos gobernaba a todos. Sentí al Cristo mostrándome que somos la creación de Dios, todos del mismo lado, del lado de la Verdad y el Amor divinos. La implementación fue exitosa, y finalmente salió a la luz que el analista senior de otro equipo de desarrollo había difundido un falso rumor sobre mí por el que podría haber sido despedida. Estaba muy agradecida por la guía y protección de Dios. A través de la oración, pude considerar a esta persona que había mentido sobre mí, no como un enemigo, sino como el hijo inocente de Dios. El único enemigo era el falso concepto de que para progresar, era necesario perjudicar a los demás. El Cristo, el poder y el amor de Dios expresándose de maneras que yo podía percibir, eliminó la sugestión de que había dos lados, y sacó a la luz la inocencia de todos.
Cristo es la única influencia, y Dios, el Espíritu, la única atracción real. Cuando somos receptivos a los pensamientos puros que Dios inspira en nosotros, pensamientos de amor fraternal, honestidad, perdón, nos ponemos del lado de Dios y vivimos en unidad. La Sra. Eddy explica en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Sólo hay una atracción real, la del Espíritu. La aguja que apunta hacia el polo simboliza este poder que todo lo abarca o la atracción de Dios, la Mente divina” (pág. 102).
Me llena de alegría orar con esta idea por toda la humanidad. Tal como la aguja de la brújula apunta inevitablemente al Polo Norte, también nosotros somos atraídos irresistiblemente hacia Dios, la Verdad. Sentimos el consuelo del Amor. El Cristo rompe la influencia aparentemente cautivadora de los argumentos polarizadores. Y cada uno de nosotros tiene su papel en demostrarlo: vivir en libertad y honestidad, en unidad con toda la humanidad.