“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24).
Es impresionante como Dios suple nuestras necesidades. Mi novio y yo conocimos la Ciencia Cristiana en una reunión de testimonios a la que fuimos invitados. Esta declaración que escuchamos fue sorprendente e inspiradora: “Todo es armonía” —de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras escrito por Mary Baker Eddy (pág. 331). Y también esto de la Biblia: “El reino de Dios dentro de vosotros está” (Lucas 17:21, KJV).
Me interesé en conocer más al respecto, obtuve literatura y continué asistiendo a los servicios, semanalmente. Poco después, mi novio y yo nos casamos y encontramos trabajo. Muy pronto tomé Clase de Instrucción Primaria de la Ciencia Cristiana, y sentí que era una gran experiencia de aprendizaje y fundamento para mi vida.
Varios años después, llegamos a una ciudad pequeña y tranquila, donde nuestros niños crecieron y yo me desarrollé profesionalmente. Sin embargo, tenía problemas con el dueño de la casa que arrendábamos. Debíamos pagar todas las reparaciones y mejoras, y no teníamos suficiente dinero para ello, mientras tanto también estábamos ahorrando con la esperanza de, con el tiempo, poder comprar nuestro propio hogar.
Un día le pedí ayuda mediante la oración a una practicista de la Ciencia Cristiana, quien me habló de la importancia de reconocer todo el bien que Dios provee continuamente. Ella sugirió que amara lo que ya tenía y estuviera agradecida por las personas que nos arrendaban la casa. Reflexioné mucho sobre estas ideas de Ciencia y Salud: “Si no estamos agradecidos por la Vida, la Verdad y el Amor, y sin embargo damos gracias a Dios por todas las bendiciones, somos insinceros…” (pág. 3), y “El hogar es el lugar más querido de la tierra, y debiera ser el centro, aunque no el límite, de los afectos” (pág. 58).
Leí varios artículos en las revistas periódicas de la Ciencia Cristiana relacionados con el hogar, y diariamente reconocía el gobierno de Dios de todo. Comencé a verme a mí misma, a mi familia y a aquellos a nuestro alrededor como ideas espirituales de Dios, todos guiados por la misma Mente infinita. Poco a poco, me esforcé por hacer pequeños arreglos en la casa de alquiler que se ajustaban a nuestro presupuesto. Muy pronto comprendí que el hogar no es un lugar; es un estado de consciencia. Y decidí dejar todo en manos de Dios.
La practicista me sugirió que evitara buscar una casa específica para comprar, sino que pensara en las cualidades divinas que deben reflejarse en un hogar. Consideré diariamente cualidades como solidez, iluminación, amplitud, seguridad, comodidad y belleza. Gradualmente estaba ampliando mi visión del bien que estaba siempre presente. De modo que, cuando mi esposo propuso, “¿Por qué no compramos un terreno grande y construimos dos casas?, ¿Una para tus padres y otra para nosotros?”, esa pregunta me alegró mucho. Mis padres accedieron de inmediato a esta idea. Y no fue sorprendente que, tan pronto nos vino esta idea clara de cómo salir adelante, encontramos un terreno bien ubicado en un área residencial, cercano al colegio de nuestros hijos y con fácil acceso al transporte. Mi esposo y yo obtuvimos un préstamo, y mis padres pudieron vender su casa muy rápidamente. Yo continué orando y afirmando las ideas divinas que atesoraba, y las casas fueron terminadas en muy poco tiempo.
Tenemos la promesa de que todos los que recurren a Dios en busca de refugio y ayuda estarán sobre un fundamento firme. “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente” (Salmo 91:1).