Al asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, he aprendido innumerables cosas maravillosas, como por ejemplo cómo sanar. En la Escuela Dominical aprendí a volverme a Dios en oración para encontrar soluciones a cualquier situación que pudiera ocurrir.
Por ejemplo, una noche me desperté paralizado del lado derecho. No podía moverme, ni podía hablar para despertar a mi hermano, que dormía a mi lado. Esa noche, había estado experimentando dolor en todo el cuerpo. El miedo de que el fin hubiera llegado se apoderó de mí.
Pero como estudiante de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, sabía que podía negar esto como una sugestión agresiva de la mente mortal (la falsificación de la única Mente, Dios). Así que me dirigí a Dios en oración para comprender mi verdadera naturaleza como hijo de Dios: espiritual, permanente y pura siempre, incluso en ese momento.
Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras declara: “La parálisis es una creencia de que la materia gobierna a los mortales, y que puede paralizar el cuerpo, inmovilizando ciertas partes del mismo. Destruye la creencia, muestra a la mente mortal que los músculos no tienen poder que perder, porque la Mente es suprema, y curas la parálisis” (Mary Baker Eddy, pág. 375).
Esta declaración me recordó el relato bíblico del apóstol Pablo, quien fue mordido por una víbora (véase Hechos 28:3-5). Cuando las personas que lo rodeaban “vieron la víbora colgando de su mano”, pensaron que su vida pronto terminaría. Pero Pablo “sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció”.
El hombre creado a imagen y semejanza de Dios no consta de un cuerpo mortal y material. Más bien, somos espirituales, inmortales e indestructibles. Solo Dios y Su creación —que son completamente buenos— son verdaderos y reales. Por lo tanto, el mal debe ser irreal. Pablo demostró esto en su experiencia con la víbora.
En ese momento en mi cama, oré para comprender que Dios llena todo el espacio y que, por ser linaje del Dios infinito y omnipresente, reflejo la libertad y la actividad correcta a cada momento.
Inspirado por estas profundas ideas, pude hablar y desperté a mi hermano. Me animó a compartir con él verdades sobre la relación entre Dios y el hombre. Hablamos mucho esa noche, incluyendo la historia de Pablo mencionada anteriormente. Recuerdo que sentí que la habitación estaba llena de la Verdad. Esto eliminó el temor de que pudiera estar separado de Dios, el Amor, quien cuida de Sus hijos en todo momento.
A la mañana siguiente, estaba completamente bien. No ha habido recurrencia del dolor ni la parálisis. Estoy agradecido al Padre-Madre Dios.
Christian Makengo
Kinshasa, República Democrática del Congo