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Original Web

No más ataques de pánico

Del número de abril de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 16 de diciembre de 2024 como original para la Web.


Durante muchos años fui prisionera del miedo. Mis padres eran amorosos y me apoyaban, pero como sentía que mis miedos eran irracionales y me preguntaba si podría estar mentalmente enferma, me los guardaba para mí. Pero sí confié en los practicistas de la Ciencia Cristiana a lo largo del camino. 

Fui criada en la Ciencia Cristiana, y me habían enseñado que Dios es Amor y que es nuestro Padre divino y nuestro tierno Pastor. Durante este tiempo, a menudo oraba con mi promesa favorita de la Biblia: “No tengas miedo, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te ayudaré; te sostendré con mi mano derecha victoriosa” (Isaías 41:10, Nueva Traducción Viviente). Con este reconfortante versículo de la Biblia y las oraciones de los practicistas a los que recurrí en varias ocasiones, tuve la fortaleza para seguir adelante.   

Mi camino hacia la curación mediante la oración fue gratificante, aunque pareció arduo. Instintivamente sabía que enfrentar este desafío era una oportunidad para amar más a Dios y alcanzar una mayor confianza en Su presencia y poder. Estaba familiarizada con este pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Quienquiera que desee demostrar la curación por la Ciencia Cristiana, tiene que atenerse estrictamente a sus reglas, tener en cuenta cada declaración, y avanzar desde los rudimentos establecidos. No hay nada difícil ni penoso en esta tarea, cuando el camino está señalado; pero solo la renuncia al yo, la sinceridad, el cristianismo y la persistencia ganan el premio, como generalmente lo hacen en todas las actividades de la vida” (Mary Baker Eddy, pág. 462). 

Los ataques de miedo a veces terminaban en inconsciencia, y me preocupaba salir de mi casa. Hubo momentos en que me vino la idea de quitarme la vida. Pero como me habían enseñado que Dios es la única Vida y que Él nos hizo a cada uno de nosotros a Su imagen y semejanza, pude descartar esa sugestión por ser ridícula. Me aferré a versículos de la Biblia como estos: “El Señor es mi roca, mi fuerte y mi libertador; mi Dios, mi fortaleza, en quien confiaré” (Salmos 18:2, KJV), y “El Señor bendecirá a su pueblo con paz” (Salmos 29:11, KJV). 

Para aprender a orar mejor y espiritualizar mi pensamiento, me sentí divinamente guiada a tomar la instrucción de clase de la Ciencia Cristiana: un curso de 12 días sobre la curación espiritual. A medida que apartaba mi pensamiento de la oscuridad del temor y lo dirigía hacia la luz de la Verdad y el Amor —Dios—  era recompensada con otras curaciones; incluida la rápida desaparición de las ronchas que cubrían mi piel y una recuperación inmediata de los síntomas virulentos de la gripe. Estas curaciones me animaron a seguir aprendiendo más sobre Dios y Su creación perfecta a través de mi estudio y práctica de la Ciencia Cristiana.

Cuando mi matrimonio terminó en divorcio, me sentí abandonada y enojada. Aunque estaba tentada a entrar en pánico —ya que estar sola era mi mayor miedo— mi comprensión de la gracia de Dios había crecido constantemente. Aceptaba más responsabilidades en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y respondía afirmativamente a cada llamado progresivo de Dios para servirlo. 

Mientras trabajaba en la comisión directiva de mi iglesia, fui elegida presidente. Esa noche me senté en la cama; sentía mucho miedo. Le pedí a Dios que me liberara de la responsabilidad. Pero luego me rendí humildemente a Su voluntad, sabiendo que la actividad de la iglesia era la obra de Dios, no la mía. Podía confiar en que Él me guiaría. Esa misma noche, sentí un profundo amor y compasión por mi ex esposo y fui sanada de toda ira hacia él. 

A partir de ese momento, apenas noté que los miedos se desvanecían. Pude dirigir las reuniones de miembros con una calma que era nueva para mí, y pasé a cumplir un período de varios años como Primera Lectora de esa iglesia. Cada paso adelante me preparaba para el siguiente. Y poco a poco me di cuenta de que “tu marido es tu Hacedor” (Isaías 54:5), por lo que nunca estuve realmente sola.

Un día, mientras conducía durante más de cinco horas en un viaje a las montañas, me di cuenta de que no había tenido miedo en absoluto. Antes de esto, con frecuencia no podía conducir sola a más de media hora de casa sin tener un verdadero ataque de pánico. Pero ese día estaba en paz. Al llegar a la cima de una montaña, alcancé a ver un pico prominente con un hermoso lago debajo. Con lágrimas de gratitud corriendo por mis mejillas, di gracias a Dios por Su infinita belleza. Y en ese instante, escuché interiormente estas palabras: “Has llegado a la cima”. Sabía que había sanado por completo. 

He estado libre de ataques de pánico por más de veinte años y he subido a muchos picos para tener una vista aérea que ahora puedo apreciar desde una perspectiva más espiritual. 

A lo largo de muchos años, he llegado a comprender este alentador versículo de la Biblia: “Dios trabaja en ustedes y les da el deseo y el poder para que hagan lo que a él le agrada” (Filipenses 2:13, NTV). He aprendido que Dios siempre es el que hace Su obra, ya que el hijo de Dios simplemente refleja lo que Dios está haciendo. Jesús dijo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:30). El maestro cristiano vino a mostrarnos el camino hacia la Verdad, Dios, quien nos hace libres.   

Susan Bonner
Reno, Nevada, EE.UU.

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