La iglesia es un enorme cambio revolucionario. Me ha ayudado a ampliar mi enfoque, a orar con más eficacia y a experimentar y presenciar más curaciones. Probé esto cuando comencé a asistir a los servicios de la iglesia como estudiante universitario. Después de un día particularmente difícil, me tomé un descanso para asistir a una reunión de testimonios, que incluyó lecturas de las Escrituras, así como testimonios de curación e ideas espirituales. Durante un momento de oración en silencio, me uní a la oración por todos los presentes. El estrés y el dolor de cabeza que tenía desaparecieron, y de ahí en más, me sentí mejor.
Al reconocer la presencia universal de Dios, y abrazar el espíritu de ese Amor, encontramos la consciencia que trae una nueva experiencia, basada más en la Mente infinita, el Alma, el Amor divino. Con este sentido más amplio de Dios, vemos que la humanidad es salvada de sus problemas. Por esta razón podemos hacernos estas preguntas: Oh Dios infinito y bueno, ¿cómo te vemos a Ti más expresado en nosotros, y no tanto nosotros en nosotros? ¿Cómo obtenemos la consciencia de Ti que nos aleja del sentido problemático y materialista del yo para encontrarte a Ti, el gran Espíritu divino, el Amor expresado de maravillosas maneras? ¿Cómo se convierte la iglesia en algo más que un grupo de personas agradables interesadas en el beneficio personal y en estar con amigos, y de ese modo se transforma en parte de un movimiento de pensamiento que promueve la salvación de la humanidad?
Siento que una respuesta a estas preguntas podría ser algo así como esto: “Dios es nuestra fuente, nuestra Vida, nuestra Mente. Y cuando trabajamos para pensar y vivir, incluso colectivamente, sobre esta base, significa que de aquí en más habrá grandes bendiciones para todos”.
La Biblia muestra cómo este movimiento de pensamiento hizo avanzar al discípulo Simón, quien llegó a ser conocido como Pedro. Jesús había señalado a los discípulos y a las multitudes que Dios es nuestra fuente y Vida. “No puedo yo hacer nada por mí mismo: según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo; porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”, dijo (Juan 5:30). Cuando Simón se destacó de los otros discípulos y reconoció que no era un ser humano, sino la emanación de Dios —el Cristo, la verdadera idea de Dios— lo que estaba detrás del bien que Jesús estaba haciendo, Jesús respondió: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18).
Descubrir que Dios —el bien— es Todo resulta en un cambio del pensamiento humano problemático y limitado al reflejo del creador divino que brilla a través de nosotros; y este cambio se erige hasta el punto de salvarnos. En la Iglesia, tenemos un medio no solo de tener la sensación aquí y allá de sentir y conocer a Dios, el Amor, sino de ver colectivamente que este Amor infinito es nuestra Vida. Podemos comprenderlo porque, como dijo Pablo, “Tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16).
La iglesia de Cristo está guiando a la humanidad a magnificar a Dios. La Iglesia muestra al mundo que el propósito y la salvación vienen al probar que, al comprender y servir a Dios, se encuentra una vida más expansiva. Cada uno de nosotros es muy necesario en este esfuerzo, ¡y podemos hacerlo! Tenemos los medios para seguir cambiando el enfoque de la mente humana de tratar de satisfacer sus deseos mortales insatisfechos a magnificar las infinitas habilidades y capacidades que provienen de ser la expresión del Dios infinito, la Mente divina. Esta salvación incluye algo más grande que simplemente lindas reuniones o servicios religiosos de alabanza.
Entonces, ¿cómo podemos expresar más a Dios? En otras palabras, ¿cómo podemos dar lugar a la demostración de la presencia universal de Dios? Buscando el verdadero cristianismo y el significado real de la Iglesia, el cual se halla en qué medida logra que se tome más conciencia de que el Espíritu divino es lo que nos mueve y es nuestra Vida misma. Progresar significa mover el pensamiento espiritualmente. Esto es más que montar un buen espectáculo o llamar la atención de la gente. Convencer a más personas para que se unan a la iglesia no magnifica por sí mismo al Espíritu divino lo suficiente como para traer ese cambio de conciencia que redime a la humanidad.
Un cambio significativo requiere el profundo anhelo por alcanzar la espiritualidad que eleva el enfoque del mundo fuera de los invasores límites de la vida mortal hacia la libertad de la Vida que es el Espíritu, el Amor divino. Con la fealdad, la enfermedad y la discordia de la vida mortal, necesitamos algo más que la cómoda sensación de tener una vida mejor en un club de la iglesia. Necesitamos unirnos en el amor de expresar la energía, la esperanza y la alegría constantemente nuevas que cumplen la Escritura: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
Mary Baker Eddy define la Iglesia con este inmenso propósito: “La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza, despertando el entendimiento dormido de las creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 583).
La Iglesia que perdura y ayuda a lograr la salvación de la humanidad nos eleva por encima del sentido personal de nosotros mismos y revela la actividad de la Mente divina en nosotros. Es tremendamente relevante. La Sra. Eddy dice: “Cuando el mecanismo de la mente humana dé lugar a la Mente divina, el egoísmo y el pecado, la enfermedad y la muerte, perderán su punto de apoyo” (Ciencia y Salud, pág. 176).
Ella se enfoca en la destrucción del pecado, la enfermedad y la muerte. ¿Por qué pone tanto énfasis en la curación? Porque no podemos tener curación sin abandonar, hasta cierto punto, el modelo mortal, y descubrir más de la Vida que es el Espíritu, caracterizada por la completa libertad. Por lo tanto, a medida que las iglesias colectivamente y sus miembros individualmente adoptan este enfoque de vencer el pecado, la enfermedad y la muerte, promueven la salvación de todos nosotros; al percibir y demostrar nuestro ser inmortal y perfecto.
Las iglesias que hacen esto no se dejan atrapar por la manera rutinaria de intentar que el mundo las note mientras se sienten irrelevantes en él. Están en el camino correcto al magnificar a Dios. Por esta razón, es vital hacer la obra que libera a la humanidad de los errores problemáticos y destructivos del pecado, la enfermedad y la muerte. Este esfuerzo es lo que Mary Baker Eddy llamó la práctica de la Ciencia Cristiana.
Si queremos una métrica para medir el cumplimiento del propósito de la iglesia, está en la curación cristiana que destruye el pecado, la enfermedad y la muerte. Para promover este llamado y necesidad más profunda, buscamos el amor que damos a este esfuerzo sanador, y cómo apoyamos a quienes nos rodean para que hagan lo mismo. Aquí es donde encontramos a la Iglesia liberadora y salvadora de la humanidad.