Había experimentado fatiga desde hacía varias noches, porque no dormía bien. Un día, me sentí abrumada por el agotamiento.
Muchas verdades espirituales que había aprendido en la Ciencia Cristiana me vinieron al pensamiento, y traté de orar con estas ideas. Pero avanzaba el día, y no me sentía mejor. Luego, alrededor de la hora de la cena, se me ocurrió que podía orar por el mundo; especialmente por aquellos que están envueltos en conflictos y otras situaciones graves. Pensé que podía enviarles amor a través de mis oraciones.
Después de ese pensamiento vino otro: “Dios es Amor, y solo Dios origina el amor y lo da. No puedes enviarles amor, pero puedes ver, conocer y sentir el amor de Dios por todos al reconocer su verdadera identidad espiritual como hijos de Dios. Dios ya está aquí con todos, y todos pueden conocer y sentir la presencia y el amor de Dios que todo lo protege”.
Después de reflexionar sobre estos hechos divinos por un corto tiempo, me di cuenta de que estaba completamente bien; ya no estaba exhausta. Y durante el resto de ese día, y en los días siguientes, me sentí con mucha más energía aun de lo habitual.
Estoy muy agradecida por esta curación, que probó la verdad de esta declaración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “... bendito es ese hombre que ve la necesidad de su hermano y la satisface, buscando su propio bien haciendo el bien a otro” (Mary Baker Eddy, pág. 518).
También pensé en el mandamiento “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39). Me di cuenta de que no hay sentido más elevado de amor por nuestro prójimo, cercano y lejano, que el de apreciar la verdadera identidad espiritual de cada uno como hijo amado de Dios. Esta comprensión de Dios y de Sus hijos nos sana a nosotros y a los demás.
Kristie Savey Marinello
Santa Mónica, California, EE.UU.