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Original Web

Recupera el movimiento de la pierna

Del número de junio de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 7 de abril de 2025 como original para la Web.

Publicado originalmente en portugués


Durante una actividad física de rutina mientras estaba de servicio en el Ejército brasileño, me lesioné y sentí un dolor tan intenso en la pierna derecha que apenas podía mantenerme en pie. De inmediato comencé a afirmar la perfección divina y siempre presente de Dios, que expreso como Su hijo y que no puede ser alterada. Este pensamiento sanador me vino debido a lo que he aprendido a través de mi estudio de la Ciencia Cristiana.

De acuerdo con el reglamento, me llevaron a la enfermería del cuartel, donde me atendió el médico de la unidad. Después de examinarme muy cuidadosamente, dijo que había sufrido un esguince muscular severo en la parte posterior de la pantorrilla. De inmediato me recetó los medicamentos que consideró necesarios, además de recomendarme que fuera al hospital militar y me sometiera a exámenes específicos para determinar un tratamiento para mi recuperación total. También me recetó ocho días de licencia laboral y la suspensión de las actividades físicas durante mi recuperación. Su pronóstico era que necesitaría de 30 a 45 días antes de poder retomar mis actividades físicas.

Incapaz de moverme por mi cuenta, me llevaron a mi casa, ubicada dentro del cuartel y cerca de la enfermería.

Cuando llegué a casa, mi esposa y yo expresamos nuestra gratitud a los amigos y profesionales de la salud que, con mucho amor y atención, me habían acompañado a casa. Después de que se fueron, ambos decidimos recurrir a la oración para superar este desafío.

Sabíamos que el propósito de esa oración no sería arreglar mi pierna. Queríamos pensar desde una perspectiva espiritual —de la presencia constante de Dios— y reconocer conscientemente la realidad de mi verdadera identidad, que es el reflejo de Dios. Era importante abandonar un punto de vista material y limitado, que delineaba mi cuerpo como tenso, inflamado y dolorido.

Oramos, reconociendo que la presencia divina es siempre armoniosa. Reconocimos que Dios es Vida, Espíritu, y que el hombre —todos los hombres y mujeres— por ser la imagen y semejanza del Espíritu, está constituido por la sustancia del Espíritu, que no se rompe ni se inflama. La sustancia del Espíritu es eterna, y esta sustancia es lo único que es real. Solo la perfección emana de Dios, por lo que todo en nosotros refleja perfección, como explica este pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras de Mary Baker Eddy: “En la Ciencia divina, el hombre es la imagen verdadera de Dios. … La comprensión a la manera de Cristo del ser científico y de la curación divina incluye un Principio perfecto y una idea perfecta —Dios perfecto y hombre perfecto— como base del pensamiento y la demostración” (pág. 259).

En nuestras oraciones, mi esposa y yo también reconocimos que sólo estamos sujetos a la ley del Principio divino, a la ley de la armonía, la fuerza y la precisión. En esta ley divina no hay deformidad ni imperfección. Nos aferramos a la idea de que todo siempre fue, es y será muy bueno, porque “vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). No dependía de plazos, métodos y reglas humanas para mi salud y la integridad de mi verdadera identidad. Sólo hay una autoridad, el Principio perfecto, el Amor, que nunca ha introducido en mi existencia una brecha en la que puedan suceder cosas malas. Este Principio es la única acción que se está llevando a cabo. Dios es el Todo-en-todo, supremo y absoluto. Sentimos mucha paz y estábamos agradecidos por esta conciencia iluminada de mi verdadera identidad espiritual y armoniosa.

Mi esposa tuvo que salir, y yo seguí estudiando esta hermosa definición de hombre en Ciencia y Salud: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. Las Escrituras nos informan que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. La materia no es esa semejanza. La semejanza del Espíritu no puede ser tan desemejante al Espíritu. El hombre es espiritual y perfecto; …” (pág. 475).

Esta forma correcta de pensar cambió definitivamente mi percepción de la situación, y dejé de aceptar el punto de vista material. Como resultado, mi experiencia, en lo que se refiere al cuerpo, pronto cambió.

Aunque mi pierna todavía no se movía normalmente, al día siguiente pude caminar hasta mi oficina. Todos los que me vieron se asombraron y preguntaron: “¿Por qué viniste?”. A lo que respondí: “Puedo moverme y trabajar”.

Después de una semana retomé todas mis actividades físicas. La curación de mi pierna fue completa y los síntomas que me molestaban nunca han regresado. Fue una curación rápida y permanente.

Expreso mi inmensa gratitud por las enseñanzas de la Ciencia Cristiana que me permitieron experimentar esta y muchas otras curaciones.

Talban Frizotti
Río de Janeiro, Brasil

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