Tan pronto los pilotos comienzan su instrucción, se les enseña a confiar en los instrumentos de vuelo del avión para orientarse. Esto es especialmente útil al estar entre las nubes o de noche. En esas ocasiones, el oído interno, que se supone provee un sentido de equilibrio, no es confiable. ¿Por qué? Porque les dará la sensación de estar ascendiendo cuando en realidad están descendiendo. Y los hará pensar que están girando a la izquierda cuando realmente están girando a la derecha, y viceversa. Si los pilotos solo confían en sus sentidos, los resultados pueden ser desastrosos. Tienen que mirar sus instrumentos para saber lo que en realidad está sucediendo. Cuando confían en los instrumentos, los resultados son buenos y su vuelo está a salvo.
Los estudiantes de la Ciencia Cristiana encuentran que dos guías, la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras escrito por Mary Baker Eddy, nos llevan con seguridad a nuestro hogar; a la comprensión de que moramos en Dios. El Capítulo 4, versículo 15, de Primera de Juan dice, por ejemplo: “Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios”.
Cuando confiamos en lo que estos dos libros nos enseñan y dejamos que nos conduzcan a nuestro hogar genuino en Dios, los resultados son siempre buenos. Aun cuando los sentidos físicos nos desorienten, podemos apoyarnos en las verdades de estos dos libros para orientarnos. Y como el piloto que consulta dos veces la información del panel de vuelo con los datos del copiloto, podemos recibir el apoyo espiritual de quienes vuelan con nosotros. Podemos compartir con otros lo que estamos descubriendo acerca de Dios y apoyarnos mutuamente para obtener un sentido espiritual confiable del hogar y el cielo.
Ya sea por condiciones climáticas, guerra o serios problemas financieros, actualmente gran parte de la humanidad se siente desamparada. Muchas personas se encuentran sin hogar. ¿Existe algo que podamos hacer para remediar eso? Según he entendido y experimentado, la respuesta es conocer mejor a Dios. Para alguien que se encuentra desplazado, esta declaración puede parecer impráctica. Pero he llegado a la conclusión de que confiar en Dios es la única manera de encontrar soluciones duraderas. Cuando mi familia estaba a punto de quedarse sin un lugar donde vivir, mi esposo y yo confiamos en que, a través del estudio de esos dos libros y la oración consagrada, obtendríamos un mayor y mejor conocimiento de Dios y encontraríamos nuestra respuesta. Ciencia y Salud afirma: “Por medio de la Ciencia divina, el Espíritu, Dios, une la comprensión a la armonía eterna” (pág. 506). Encontramos esa armonía cuando una comprensión más amplia de Dios como el Amor misericordioso y siempre presente nos ayudó a obtener una casa adecuada en muy poco tiempo. Mientras orábamos, reubicaron inesperadamente a mi esposo a un trabajo en otra parte de nuestro país, y esta reubicación incluía una casa para nuestra familia.
También conozco a alguien que tuvo que dejar el lugar donde vivía debido a problemas familiares. Ella tenía un profundo conocimiento de Dios y confiaba en que su necesidad sería satisfecha. Después de orar por un tiempo, ella encontró el hogar adecuado, y los medios para adquirirlo.
Otra persona que conozco tuvo que dejar la casa donde siempre había vivido con sus hijos. Ella también había puesto toda su confianza en el Dios que recién estaba aprendiendo a conocer. Cuando estuvo convencida de que Dios respondería su oración, uno de sus hijos recibió una inesperada suma de dinero, y pronto pudieron comprar un cómodo apartamento.
Como estas personas, tantas y tantas más han logrado aumentar su comprensión de Dios, y al hacerlo, han cambiado la situación en la que vivían.
La perspectiva que nos ofrece el conocimiento de Dios nos lleva a ver más allá de los límites que presentan los sentidos materiales. Vemos que el bien no es limitado, porque Dios, el bien, es infinito; que Su amor es perceptible y satisface continuamente las necesidades de la humanidad; que todo aquello que parecía tan inalcanzable, como un hogar, armonía, estabilidad, paz, siempre ha estado al alcance de la mano. La luz del entendimiento espiritual disipa la oscuridad de la carencia, y nos permite presenciar la realidad armoniosa de abundancia, aquí, con Dios.
La señora Eddy dice: “La oración no puede cambiar la Verdad inalterable, ni puede la oración sola darnos una comprensión de la Verdad; mas la oración, unida a un deseo ferviente y habitual de conocer y de hacer la voluntad de Dios, nos llevará a toda la Verdad” (Ciencia y Salud, pág. 11).
Este deseo ferviente puede ayudarnos a sentirnos en casa. Donde sea que vivamos, es posible sentir la bondad de Dios. La dulce e invariable presencia de Dios nos asegura que somos Sus hijos amados, y que, en realidad, vivimos en Su reino, que es nuestro hogar, aquí y ahora. Conocer a Dios nos permite ver que Él como amor divino siempre satisface la necesidad humana; que lo que parecía un vacío y sin esperanzas, de hecho, ya está lleno del bien. El conocimiento de estas verdades hace que aquello que parecía una situación crítica dé lugar a la realidad espiritual del cuidado tierno de Dios.
La Sra. Eddy dijo una vez: “El hogar no es un lugar, sino un poder. Encontramos el hogar cuando llegamos al entendimiento pleno de Dios”, (Irving Tomlinson, Twelve Years with Mary Baker Eddy, Amplified Edition, p. 211). Ciertamente encontramos nuestro hogar cuando encontramos a Dios, cuando crecemos en nuestra comprensión de Él, cuando descubrimos que es el Amor infinito y cuando nos esforzamos por expresarlo a todos. Entonces, siempre nos sentiremos en el hogar donde quiera que estemos al reconocer que “En él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28).
