Conocí la Ciencia Cristiana hace unos 11 años, al volver a Argentina luego de vivir en España. Desde el primer día que encontré la Ciencia Cristiana después de entrar en una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana, supe que era lo que buscaba. Yo había estado buscando la verdad, y la Ciencia Cristiana tenía todas las respuestas para mí, algo que no había encontrado en otras religiones.
Quiero compartir un testimonio de curación que tuve en agosto de 2022. Una mañana al intentar levantarme sentí un dolor fuerte que me impedía moverme o estar de pie normalmente. Ese día solo pude salir de la cama pocas veces, y con mucho esfuerzo. No podía alcanzar ninguno de mis libros o publicaciones de la Ciencia Cristiana, así que simplemente oré. Pensé: “¿Quién o qué soy? Soy el reflejo, la expresión de Dios, el bien, que es todo el bien y nada más que el bien; reflejo la Vida y la Verdad divinas. Esta es la realidad del ser y nada que parece carecer de cualidades espirituales es real”.
De acuerdo con Génesis 1:31, “vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”; por lo tanto, solo hay espacio para la armonía en el reino de Dios y nada discordante puede ocurrir en la realidad divina. A veces, los cinco sentidos físicos nos engañan. Por ejemplo, cuando está nublado, podría parecer que no hay sol, aunque el sol siempre está allí.
Recordé algo que había leído en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy, en la página 390: “Enfrenta las etapas incipientes de la enfermedad con una oposición mental tan poderosa como la que emplearía un legislador para impedir la aprobación de una ley inhumana”. Y eso era precisamente lo que estaba haciendo.
Por ese entonces, había estado leyendo el libro Un siglo de curación por la Ciencia Cristiana y me había parecido muy inspirador. Continué orando, y logré sentir la omnipresencia divina. Esto era verdaderamente importante, y estaba gozando de una gran oportunidad de crecimiento (como tantas veces escuché a una compañera de nuestra iglesia decir al describir los desafíos). Yo estaba renunciando a un ego separado de Dios. En esta situación me volví más al Padre, sabiendo que yo era uno con Él. Sentí más vívida Su eterna presencia.
Al tercer día me estaba levantando de la cama con dificultad, pero estaba de pie y ¿saben que ocurrió? Me venían pensamientos de que la elevación que tenía se debía a ese reto, y me preguntaba: “¿Qué pasará cuando el reto desaparezca?”. Pero llegué a ver que el abrazo del Padre está siempre aquí; Dios siempre nos está mostrando Su amor inagotable de varias maneras. Y la curación es algo natural y normal.
Comencé a comer, a ducharme y a volver a mi rutina. Había crecido espiritualmente. Sentí como que había tenido un curso acelerado en la única realidad, que Dios, el bien, es Todo-en-todo, y que ningún mal hay en Él. Veo con toda felicidad que si las dificultades me toman por sorpresa, duran muy poco y son desterradas muy rápidamente mediante la verdad del Cristo —el mensaje eterno de amor de Dios— que Jesús tan claramente ejemplificó. No hay vuelta atrás.
Debo agregar que en esos momentos alguien me llamó pidiendo ayuda mediante la oración de una situación muy similar a la mía. Mi oración no solo me estaba ayudando a mí, sino también era un despertar para esta persona. Orar para saber que no hay poder más que la Verdad y realmente comprenderlo para mí mismo, ha aportado varias “migajas de consuelo” para toda la humanidad (véase Ciencia y Salud, pág. 234). Comprendí porque es tan poderosa la oración.
Doy gracias a Dios por ese primer día que entré a una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Estaba siguiendo el sendero para conocer cuánto nos ama Dios. Esto fue seguido de una mayor comprensión espiritual, y esto me fue revelado por “los ángeles de Su presencia” (Ciencia y Salud, pág. 512).
Edgardo Dreon Melian
Rosario, Argentina
