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Ella había estado orando para quitar sus propios deseos del camino y hacer espacio para que Dios estuviera a cargo de la crianza y provisión amorosa de Sus hijos. Poco después se enteró de que estaba embarazada y experimentó un parto armonioso.

Es nuestro Padre-Madre Dios, nuestro divino Progenitor, quien pone orden en nuestro horario; da protección a nuestros hijos; y brinda calma, fortaleza y curación a cualquier desafío que podamos enfrentar.

Por ser la imagen y semejanza de Dios, somos capaces de amar incondicionalmente al expresar este Amor que es Dios y que todo lo transforma. Eso es lo que nuestro Padre-Madre Dios, el Amor divino, nos creó para hacer.

Cansada de pelear con su mamá, Nancy oró pidiendo ayuda y obtuvo una respuesta totalmente inesperada. ¿Cómo ayudaron sus discernimientos espirituales a cambiar la dinámica con su madre? Sigue leyendo para averiguarlo.

Reconocer que, por ser la imagen y semejanza de su Padre-Madre Dios, poseía no solo todas Sus cualidades maternas, sino también oportunidades para ser “fructífera y multiplicarlas” en su experiencia, cumplió el deseo de ser madre de Beverly.

Hay un amor más elevado y profundo al que todos podemos recurrir en busca de consuelo, guía y, sí, curación.

Todos podemos sentir el amor corrector de Dios a medida que dejamos que nuestra verdadera expresión libre de condenas del Amor divino resplandezca.

Ella comprendió a través de la Ciencia Cristiana que realmente nunca estaba sola, porque Dios siempre está con nosotros y somos parte de la familia de Dios. Este concepto más amplio de familia incluía a sus amigos y la bendijo con muchas relaciones como en familia, y la llevó a comenzar su propia familia.

Durante el embarazo y el parto, ella se mantuvo clara y firme al reconocer que estamos bajo el cuidado de Dios y eternamente gobernados por Él. Dios le dio un maravilloso sentido de ecuanimidad, y el parto fue una experiencia armoniosa, sin esfuerzo, sin dolor y alegre, a pesar de un pronóstico opuesto anterior.

La influencia divina del Cristo elimina el temor y las ilusiones de los sentidos materiales, y llena la consciencia con la Verdad omnipresente y el poder sanador del Amor divino.