En mi patio hay un árbol de mango. En el verano de 2021, produjo tantos frutos que una de las ramas se separó debido al peso. Sin embargo, no se rompió por completo. La mitad de la rama todavía estaba aferrada al tronco, así que subí al árbol para cortar lo que quedaba de ella.
Pero la rama no caía, así que lo golpeé con mi bota, y luego grité de dolor por la fuerza del golpe. Pensé que me había fracturado el pie.
Con gran dificultad me bajé del árbol, me limpié y me acosté a descansar. Parecía como si mi pie estuviera diciendo: “Aquí estoy, en forma de un dolor muy fuerte, inflamación y preocupación”. Aunque sabía que mi pie no estaba hablando realmente, entendí que los pensamientos provenían de lo que la Ciencia Cristiana denomina mente mortal: una supuesta conciencia que no proviene de Dios y que da una visión mortal de la existencia.
A medida que aumentaba el dolor, trataba de frotar el pie de una manera que lo aliviara, pero pronto me di cuenta de que solo quería el toque sanador de la Verdad que Cristo Jesús enseñó. Debido a que Dios es nuestro Padre y nosotros somos uno con Él, afirmé mi verdadera identidad como la idea, o imagen y semejanza, de Dios, el único Espíritu armonioso.
Eso significa que yo no era material, sino espiritual. Me consoló este pensamiento de la Biblia: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63). Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, afirma en Escritos Misceláneos 1883-1896: “… la enfermedad debe cubrirse con el velo de la armonía, para que la consciencia pueda regocijarse en la comprensión de que no tiene nada de qué lamentarse, sino algo que olvidar” (págs. 352-353). Con estas palabras en mi pensamiento, sentí que tenía una mejor base para sanar. En lugar de confiar en la voluntad humana, confié en Dios y en la comprensión espiritual.
Durante varias horas estuve enfocado en afirmar mi verdadera identidad. Al final de la tarde, el dolor comenzó a disminuir, pero por la noche luché por dormir debido a los latidos en el pie. Al amanecer, me desperté con pensamientos desalentadores, dudando de que pudiera ser sanado. Sin embargo, la verdad era que estaba sano, porque ya no sentía ningún dolor, solo un poco de rigidez al mover el pie. Ese mismo día, pude caminar sin ninguna molestia.
Esta experiencia de curación me mostró cuán inútil es la interpretación y diagnóstico mortal de la realidad. Estoy profundamente agradecido por el descubrimiento de la Ciencia Cristiana que hizo Mary Baker Eddy.
Orlirio Perez Rojas
Martí, Matanzas, Cuba