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Original Web

PARA JÓVENES

Debajo del agua

Del número de mayo de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 13 de febrero de 2023 como original para la Web.


El ritmo de mi respiración en la piscina debería haberme llenado de alegría, en cambio, al realizar la serie de vueltas más difíciles hasta ese momento, lo único que sentía era rabia.

Nadaba desde que tenía memoria. Me gustaban tanto el deporte y las prácticas, que comencé a participar competitivamente. Todos los días estaba en la piscina, a veces dos veces al día, y como tenía competencias los fines de semana, mi tiempo libre era muy limitado. 

Al principio, me sentía bien cuando me llamaban nadadora. Pero cuando me convertí en adolescente, comencé a perderme en la identidad de esa nadadora. Me preguntaba quién más era, fuera del deporte, y cómo conectar todos mis otros intereses. No sabía cómo encajaban todas las piezas de mi vida.

Todavía practicaba natación y pensaba que lo disfrutaba. Me clasifiqué para algunas competencias de clubes de alto nivel y fui a las nacionales con el equipo de mi bachillerato. Pero algo no andaba bien. Mi actuación tenía altibajos, y me sentía descontenta y decepcionada, me enojaba conmigo misma fuera del agua. 

Lo extraño era que, si bien estos sentimientos negativos provenían de la natación, también me sentía mejor cuando practicaba. La natación se convirtió en enemiga y amiga, y aunque me di cuenta de que esto no era saludable, pensé que el problema de alguna manera se resolvería solo.

Después de haberme sentido así durante años, algo cambió cuando fui a hacer mis estudios superiores en los Estados Unidos y comencé a nadar en el equipo allí. Asistía a una universidad para Científicos Cristianos, y al rodearme de amigos de todo el mundo que consideraban la natación desde una perspectiva diferente, comencé a entender que podía repensar mi perspectiva acerca de mi deporte. 

Durante mucho tiempo, había pensado que el tiempo que pasaba en la piscina y cuánto estaba mejorando eran los que me hacían ser quien soy. Pero estar con estos nuevos amigos me ayudó a comenzar a ver que estas cosas realmente no me definen, y el deporte de la natación tampoco. Debido a que la natación es un deporte individual, pensaba que todo dependía de mí. Pero mis compañeros de equipo me ayudaron a comprender que hay mucho más que mi propio pequeño mundo infeliz.

Una cosa que cambió mi forma de pensar sucedió hacia el final de mi primer año cuando un miembro del equipo me decía antes de cada carrera: “Simplemente disfruta el momento”. Allí mismo, detrás del podio de lanzamiento, mientras me preparaba mentalmente, él se acercaba sigilosamente y susurraba esas palabras para que no pudiera olvidarlas. Esto realmente tuvo un impacto en mí y creó una pequeña pausa: un momento en el que podía reconocer que el bien estaba presente porque Dios estaba allí. 

Quería sentir más de eso, y algo dentro de mí me dijo que así era como se suponía que debían ser las cosas. Pero ¿cómo podía sentirme de esta manera con regularidad? Había orado por mis carreras antes, pero ahora me comprometí seriamente a orar por mi relación con mi deporte en su totalidad, confiando en las ideas que había aprendido en la Ciencia Cristiana.

Dos cosas realmente me ayudaron. La primera fueron dos líneas de un poema de Mary Baker Eddy: “Gentil presencia, gozo, paz, poder; / divina Vida cada hora de espera Tuya es” (Escritos Misceláneos, pág. 389, según versión en inglés). Para mí, la presencia de Dios significa la presencia del bien. Y saber esto me ayuda a reconocer que puedo estar consciente del bien y también sentir la fortaleza del poder de Dios detrás de mí. “Cada hora de espera” me recuerda la necesidad de cambiar mi enfoque del momento que participaba en mis carreras a lo que Dios estaba haciendo en ese momento.

También oré con la idea de lo que significa “habitar con el Señor” (2 Corintios 5:8, LBLA). Este versículo me ayudó a darme cuenta de que en realidad era una con Dios, así que no tenía que sentirme ansiosa o enojada; en cambio, podía sentir la tranquilidad de Dios antes de mi carrera y en la piscina.

Trabajé con estas ideas, orando con ellas durante dos años. Con este trabajo se manifestó el bien en todos los aspectos de mi vida. Sentí que me enamoraba nuevamente de mi deporte y expresaba sin esfuerzo todas las buenas cualidades espirituales que vienen de Dios. Esto a su vez fortaleció, expandió y espiritualizó mi sentido de identidad, y pude ver que todas estas cualidades se conectan con cada aspecto de mi vida, incluidos mis intereses fuera de la piscina. Encontré un sentido de plenitud al saber que soy espiritual, y que puesto que todas estas cualidades provienen de una fuente infinita, las tengo para expresarlas sin limitaciones.

Ahora no solo sé de qué se trata realmente la natación, sino también quién soy yo.

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