Se aproximaba el estreno de una producción de danza moderna, cuando durante uno de los ensayos me torcí la rodilla. Se me inflamó tanto que no podía bailar, ni siquiera caminar. De camino a casa, mi mamá trató de tranquilizarme porque yo estaba muy enojada. Tenía tan solo catorce años, y decidí ver a un médico para que me revisara la rodilla. Quería saber si se recuperaría a tiempo para la presentación.
Cuando fui a ver al doctor tres días después, me dijo que si yo hubiera ido directamente después del accidente me habría operado la rodilla. Así que yo estaba muy agradecida por no haber ido a verlo de inmediato. No obstante, me dijo que tomaría más tiempo sanar totalmente, pues, me había distendido todos los ligamentos de la rodilla, y debía ir a fisioterapia.
Como consecuencia de esto, no pude practicar deportes por un año. A mí me encanta estar activa. Siempre estoy bailando, corriendo y jugando deportes, así que ese año me sentí muy frustrada. Mi rodilla tampoco se recuperó totalmente. Y cuando la rodilla no me molestaba, siempre pasaba algo. En una ocasión, estaba jugando water-polo y la rodilla se me inflamó tanto que no pude practicar durante varios días.
Estaba muy enojada de que mi recuperación no fuera completa, y me preocupaba que volviera a ocurrir. No obstante, seguía haciendo ejercicio, pero debía tener cuidado en todo lo que hacía.
En diciembre de 2003, tres días antes de salir de vacaciones con mi familia, estaba bailando en mi cuarto cuando me torcí nuevamente la rodilla. Esta vez decidí orar por la lesión como había aprendido en la Ciencia Cristiana. Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana quien me apoyó con su oración. Una idea que me llamó la atención se encuentra en Ciencia y Salud: “…el progreso es la ley de Dios, cuya ley nos exige sólo lo que podemos cumplir con seguridad” (pág. 233). La idea de que “el progreso es la ley de Dios” me pareció muy hermosa, y cuando empecé a orar con ella percibí que no puedo sufrir retroceso alguno, sólo puedo avanzar en Dios.
Durante las vacaciones íbamos a hacer surfing, y ¡yo ni podía caminar ni hacer surfing! Para complicar aún más las cosas, antes de empezar nuestras vacaciones nos quedaríamos con mi tía. En su casa, para ir de la cocina al dormitorio tenía que subir 40 peldaños que me aterrorizaban. Pensar en cómo lidiar con esas escaleras y la posibilidad de no poder hacer surfing durante mis vacaciones, realmente me molestaba mucho. Sin embargo, la urgencia de la situación, y mi profundo deseo de divertirme en las vacaciones, me forzó a orar con diligencia por mi rodilla. Así que me aferré a la idea de que el progreso es constante, y en tres días el dolor desapareció por completo. Ni siquiera me di cuenta de que había empezado a caminar normalmente hasta que noté que debería estar cojeando.
No he tenido ningún problema con la rodilla en los últimos siete años y medio. Me tomó un tiempo superar el temor de que volviera a ocurrir. Pero mediante la oración también pude eliminar el temor por completo. Comprendí que “Dios es Todo”, y con este hecho no hay imprevistos. Sólo el plan de Dios está en operación, por lo tanto, nada malo puede suceder, porque Él es todo el bien. Oré para saber con certeza que soy la idea y el reflejo perfecto de Dios. Comprendí que mi cuerpo es sólo una manifestación del Espíritu.
Esta curación me demostró que no hay nada que no se pueda sanar. Tener esta base en mi vida ha sido maravilloso.
