Durante el primer semestre de 2011, solicité para hacer una pasantía en el verano. Todo se efectuó sin tropiezos y fui aceptada en un lapso muy corto de tiempo. Mis planes para el verano se veían fantásticos, y me sentía sumamente preparada para trabajar en La Iglesia Madre, en Boston.
Sin embargo, como soy estudiante internacional tuve que ver al coordinador internacional para obtener la aprobación que necesitaba para trabajar en los Estados Unidos. Cuando le dije que había sido aceptada para la pasantía, él me informó que una pasantía para mis estudios en contaduría no sería posible porque me faltaban tres créditos. Mi asesor contable hizo todo lo que pudo para ofrecerme diferentes soluciones que me harían elegible para la pasantía, sin resultado alguno. Me sentí totalmente perdida y sin esperanza.
En mi universidad, los estudiantes internacionales siempre indican primero la carrera para la cual pueden hacer la pasantía. Yo había puesto contaduría primero, y puesto que no podía hacer la pasantía en contaduría, traté de cambiar mis estudios principales a finanzas, lo que sólo complicó la situación. De acuerdo con mi coordinador internacional, la pasantía de verano en Boston no sería aceptada como crédito, y yo tendría qué pagar más colegiatura por hacer una pasantía en finanzas, además de otros cargos por cambiar mi carrera principal.
A esa altura yo ya casi me había dado por vencida. Sólo quedaban tres semanas para que comenzara la pasantía. Era obvio que, aunque yo había obtenido la pasantía, no podría hacerla. Era una situación muy desalentadora y frustrante.
Cuando le conté lo ocurrido a mi asesor de contaduría, él me sugirió que hablara con la Decana Adjunta y le contara acerca de la pasantía y las dificultades que esperaba encontrar. Ella era la única persona que podía aprobar la pasantía como crédito en finanzas.
En ese momento yo me sentía muy desalentada. Sin embargo, cuando iba de camino a conversar con la Decana Adjunta, recordé mi cita preferida de Mary Baker Eddy: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” ( Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 494). Le pregunté si sería posible hacer la pasantía en Boston como crédito en finanzas. Ella con mucho gusto dijo que sí. Sin siquiera leer la descripción de mi pasantía, simplemente tomó un formulario de aprobación y lo firmó. Yo estaba que saltaba de alegría. Todo ese problema, todo aquello que me había deprimido tanto, desapareció con ese único pensamiento del Amor divino.
Cuando caminaba hacia la oficina de Consejeros y Asesores para entregar el formulario, este versículo de la Biblia me vino al pensamiento: “Porque yo sé los planes que tengo para ti; planes para que prosperes y no recibas daño alguno; planes para traerte esperanza y un futuro” (Jeremías 29:11, New International Version).
Todo había funcionado perfectamente. La inspiración que recibí de Mary Baker Eddy y de la Biblia, de que el Amor divino siempre responde a nuestras necesidades y prepara el mejor plan para nosotros y para nuestro futuro, me puso muy contenta. Cada día que trabajé como pasante para la Oficina del Tesorero en Boston, expresé mi gratitud por la guía de Dios en toda situación. Mi experiencia ha sido una prueba de que siempre, bajo toda circunstancia, puedo apoyarme en nuestro Padre-Madre Dios.
