Hay muchas cosas que los mortales necesitan recordar, y otras que prefieren olvidar. Si el mecanismo de la memoria parece estar desajustado y un ser humano no puede recordar lo que debería recordar, o si se siente atormentado por la repetición de tristes imágenes de pensamiento de sucesos pasados, esta condición puede sanarse mediante la oración. Hay una ley de Dios que sanará la amnesia, quitará el bloqueo mental y restaurará la memoria, o permitirá que controlemos pensamientos que consideramos que sería mejor olvidar, cualquiera sea el ajuste que un caso parezca necesitar.
La Mente divina es omnisciente. Esta Mente sostiene a sus propias ideas a salvo dentro de sí misma. Ningún pensamiento verdadero se pierde jamás ni se olvida siquiera temporalmente. La Mente omniactiva, omnipresente y omnipotente es siempre inteligente. Los pensamientos están continuamente desenvolviéndose en esta Mente en una secuencia ordenada. La Mente jamás está ausente, sino que está invariablemente presente, es alerta, fuerte y veraz. Ninguna nebulosidad o languidez oscurece la claridad de la consciencia que la Mente tiene de sus ideas. Las mismas están claramente definidas, cada una de ellas tiene su propio propósito e importancia, están sostenidas en la memoria divina por vínculos indisolubles de amor y vivamente discernidas.
Puesto que el hombre es la manifestación de la Mente inmortal, está dotado con la facultad de una memoria infalible. Esta facultad jamás puede perderse ni volverse poco clara, y nunca está turbada, plagada con recuerdos infelices. Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Si el engaño dice: ‘He perdido la memoria’, contradidlo. Ninguna facultad de la Mente se pierde. En la Ciencia, todo el ser es eterno, espiritual, perfecto, armonioso en toda acción” (pág. 407).
A aquel que comprende la belleza y grandeza de la creación de Dios, siempre le encantará recordar. No tendrá ningún problema en mantener en el pensamiento consciente las ideas que previamente ha recibido de la Mente. Las mismas estarán grabadas en la consciencia como con “punta de diamante” (Jeremías 17:1).
La memoria es un don precioso de Dios, la Mente, al hombre. De la Mente, el Amor divino, emanan los pensamientos de amor, los cuales a su vez, producen sucesos armoniosos, experiencias hermosas, recuerdos felices. Ningún pensamiento trivial o miserable procede de una fuente tan grandiosa como es el Amor, el Principio omnipotente, para rondar en la consciencia acusándonos y recordándonos las oportunidades perdidas y los esfuerzos despilfarrados. La Mente, la Verdad, no guarda ni rencor ni tristeza ni arrepentimientos. Todo lo que verdaderamente ocurre o existe en la consciencia verdadera es grandioso. Merece que se lo recuerde y no puede perderse jamás.
Todo aquello que en el pensamiento humano es discordante, perturbador, o memorias infelices, no emana de la Mente divina; por lo tanto, no es verdad o permanente, sino que es tan efímero como un sueño, y tan fácil de olvidar por aquel que está dispuesto a admitir su irrealidad y lo abandona. La Sra. Eddy escribe: “Todo cuanto obstruya el camino —haciendo tropezar, caer o desfallecer a aquellos mortales que se están esforzando por entrar en la senda— el Amor divino lo removerá; levantará a los caídos y fortalecerá a los débiles. Por tanto, despréndete de tus cargas terrenales; y obedece la amonestación del apóstol: ‘Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndote a lo que está delante’” (Escritos Misceláneos, pág. 328).
La Ciencia Cristiana muestra, entonces, que la comprensión del Amor divino puede ajustar el mecanismo de la memoria humana, ya sea que esté operando lentamente, olvidando cuando debe recordar, o demasiado imaginativamente, trayendo a la consciencia imágenes del pensamiento mortal que es mejor olvidar. Estos pensamientos en verdad no tienen más sustancia que los sueños, y debería permitirse que cayeran en el olvido de donde vinieron. Cristo Jesús dijo: “Deja que los muertos entierren a sus muertos” (Mateo 8:22). La voluntad humana es a menudo inadecuada para producir este entierro, para aflojar el control que la mente mortal tiene sobre sus propias imágenes falsas. Pero el reconocimiento de que Dios, el Amor, es la única Mente y creador, nos permite clasificar la fealdad del pasado como una sombra y luego consignarla al olvido, como aquel que al despertar deja de lado la memoria de un sueño cuando reconoce su irrealidad.
Como la Mente divina es omnisciente y el hombre refleja las cualidades de la Mente, la edad de un ser humano no es argumento para justificar la pérdida de la memoria. La memoria es inmortal, no está sujeta al cerebro. La materia no impone condiciones a las ideas espirituales, ni el tiempo impone un castigo. La Mente es infinita. Su capacidad no tiene límite. Todo lo que existe en la Verdad está eternamente en la consciencia divina y está presente por siempre. Todo hombre y mujer individual refleja la capacidad de la Mente creativa omnipresente. Cada uno puede reclamar la capacidad de saber todo lo que requiere saber en el momento que necesita el conocimiento.
La memoria mejora en la experiencia humana en la proporción en que el individuo reclama y valora la facultad inmortal que la Ciencia Cristiana está demostrando que él posee por derecho divino. La memoria perfecta es un don espiritual que debemos valorar y utilizar. La persona que trata con descuido tal preciado don, puede que pierda su consciente percepción del mismo, y se vuelva olvidadizo, distraído, senil.
Nunca es demasiado tarde para restaurar la memoria perdida, para probar que la Mente está por siempre presente y la memoria es siempre clara, puesto que en Verdad jamás está perdida. El hombre es eternamente uno con la Mente omnipotente, y manifiesta sus cualidades eternamente. Sabiendo esto, los niños sabios de este mundo reclaman y utilizan al máximo las facultades mentales que verdaderamente derivan de Dios. Les encanta recordar porque reconocen que todos los objetos y sucesos verdaderos son la manifestación del Amor divino. Ellos ejercitan y desarrollarán su facultad de recordar derivada de Dios, y tienen la meta de demostrar la infinitud de la memoria inmortal.
