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Para desarrollar el potencial al máximo

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 8 de agosto de 2016

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 5 de agosto de 1972.


Ganar una medalla olímpica. Enviar cohetes a la luna. O superar los estándares normales en cualquier campo de la actividad humana. ¿Están esos logros fuera del alcance de la mayoría de nosotros? No, si se consideran como una forma de desarrollar el potencial al máximo. 

Esta frase tiene dos interpretaciones. En primer lugar, significa ver las posibilidades o reconocer que se puede hacer más. Segundo, significa cumplir estas posibilidades, o efectivamente llevar a cabo lo que en principio se vislumbró como una posibilidad.

Comencemos con la primera interpretación aplicada al atletismo. ¿Dónde está el potencial más grande? ¿En un cuerpo material o en la Mente divina, Dios? Una es limitada. La otra no lo es. Si pensamos simplemente en estirar lo finito, estamos tratando de hacer mucho con poco, por lo que el resultado es lucha e incertidumbre. Si en cambio pensamos, en hacer uso de lo infinito, encontramos que en realidad estamos haciendo muy poco con algo que no tiene fin, entonces el resultado puede lograrse sin esfuerzo y con alegría. Se hace alusión a una experiencia que va aumentando cada vez más.

El potencial también indica poder. Como leemos en la Biblia, “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas” (Isaías 40: 29). Esto muestra la completa independencia de los límites materiales. La ayuda de Dios está tan disponible para aquellos que no tienen recursos propios, como para aquellos que ya cuentan con un poco para empezar. Todos ellos son  suministrados por el infinito. 

Pero, ¿cómo hacemos uso de este poder divino? ¿No necesitamos una comprensión muy profunda y completa de la Ciencia Cristiana antes de poder empezar a experimentar este tipo de cosas? De ninguna manera. Comenzar sólo desde nuestra propia comprensión humana sería otra vez estar tratando de estirar lo finito. Sería limitar nuestro potencial. Pero la Mente infinita está tan cerca como el pensamiento, y brinda sabiduría divina, así como provee de fortaleza espiritual. Y si volvemos los pensamientos humanos, por más limitados que parezcan ser, firmemente hacia esta fuente infinita, nuestra experiencia mejora conforme a ella.

En una ocasión, formé parte de una invitación en una competición internacional en la apertura de una nueva pista de atletismo en Norbiton, Surrey, Inglaterra, en 1961. Yo había representado anteriormente a Gran Bretaña en los Juegos Mundiales Estudiantiles de 1957, en el Imperio Británico y los Juegos del Commonwealth de 1958, y en los Juegos Europeos de 1958, donde había alcanzado mi mejor rendimiento de 19 pies y 2 pulgadas en salto largo.

Mientras me calentaba para el evento, sentí dolor en el pie. El pie parecía inseguro y propenso a ceder en cualquier momento. Las perspectivas de que el pie pudiera soportar las fuerzas —de más de una tonelada— que se transmitirían a través del mismo al tomar impulso para dar el salto inicial, no eran buenas.

Pensé: “Yo no se cómo puede resultar esta condición, o cuál es la respuesta específica, pero yo que hay una solución en la Ciencia Cristiana con la cual esta condición puede desaparecer completamente”. Eso no era de ninguna manera una declaración completa de Ciencia Cristiana. Pero era importante porque reconocía que el potencial estaba allí. Fue el primer paso. Yo sabía que el poder espiritual es independiente de la aparente limitación material. Y gané la competencia con un salto de 19 pies y 6¼ pulgadas. 

Este puede haber parecido el momento menos probable de mejorar mi récord. Pero cuando se reconoce más claramente que la fuente de poder es espiritual, no material, el camino está libre para que se obtengan los mejores resultados.

Por supuesto, una comprensión más plena ayuda. Y cuando estudiamos para aumentar nuestra comprensión espiritual, estamos dando los pasos humanos necesarios para desarrollar nuestro potencial al máximo en el otro sentido, el de cumplir con las posibilidades.

Antes de los Campeonatos Británicos en 1964 yo parecía no estar en forma. Había estado saltando cerca de 17 pies, con el mejor salto de una temporada de 18 pies 3 pulgadas. Parecía haber pocas esperanzas de alcanzar siquiera la distancia de clasificación lograda recientemente de 18 pies 6 pulgadas, para tener un lugar en las rondas finales.

Este pasaje del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por la Sra. Eddy, me ayudó: “Dios expresa en el hombre la idea infinita desarrollándose a sí misma para siempre, ampliándose y elevándose más y más desde una base ilimitada” (pág. 258).

“¡Desarrollándose a sí misma”! Eso me liberó de una sensación de esfuerzo y falsa responsabilidad, y me dio confianza. Me di cuenta de que mi salto debe expresar las cualidades de Dios: la incesante actividad de la Vida, la impecabilidad de la Verdad, el criterio perfecto de la Mente, el control armonioso del Principio, la gozosa libertad del Alma, la abundancia ilimitada del Espíritu. Y tiene que estar bajo el cuidado protector del Amor. En definitiva, debe demostrar el eterno poder del Cristo, que no puede fallar ni desaparecer.

Clasifiqué para la final con mi primer salto de la competición, y en la final misma superé otra vez los 19 pies.

Estaba aprendiendo en cierta medida que el hombre espiritual es la imagen y semejanza de Dios, como la Biblia describe. Él no es un ser material limitado, tratando de exprimir un poco más de la materia.

Sin embargo, el estado humano de las cosas es una circunstancia relativa, en la que el esfuerzo para obtener una mejor comprensión de la perfección absoluta y verdadera, tiene por resultado que expresemos más del bien espiritual y experimentemos menos la restricción material. Esto se hace aparente en el progreso, y es completamente correcto esperarlo. La Sra. Eddy dice que “el progreso es la ley de Dios, cuya ley exige de nosotros sólo lo que ciertamente podemos cumplir” (Ciencia y Salud, pág. 233) 

No esperamos tener un buen desempeño sin haber entrenado. Sin embargo, nuestra práctica no se lleva a cabo por su efecto físico, sino como una expresión de cualidades espirituales, como son  la constancia y la perseverancia, como una creciente demostración del dominio sobre la materia, y por la confianza que esto brinda. Esta práctica nunca es infructuosa. Podemos obtener una vislumbre de la promesa que le da Booz a Rut en la Biblia: “El Señor recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte del Señor, Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte” (Rut 2:12).

Entonces, ¿qué es lo que pondría límites a nuestro potencial? Sólo la aceptación de la noción de que su origen es material. Esta noción se presenta con muchos disfraces. Es útil saber que la Mente infinita, y por lo tanto el hombre espiritual, no está limitado por accidente, falta de aptitud, condiciones climáticas, límites de tiempo, oponentes, compañeros de equipo, u otros aparentes factores de herencia física o medio ambiente.

Tomemos las condiciones climáticas como último ejemplo. Yo estaba compitiendo en un día ventoso. El viento estaba en contra de los competidores, reduciendo nuestra velocidad y cambiando la longitud de nuestro paso, por lo tanto haciendo muy difícil saltar lejos o alcanzar el punto de despegue correcto. Realizar un buen salto parecía una cuestión de suerte. Las circunstancias eran injustas, entonces aparté mi pensamiento de la situación humana, y busqué una solución espiritual.  

Comprendí tres hechos que afirmaron la verdad espiritual y negaron la apariencia material: Dios es el único poder; Su poder no tiene límite alguno; y nada puede interferir con este poder. Implícitamente también me di cuenta de que todos los competidores solo podían expresar el poder de Dios.

Entonces fue mi turno de saltar, y después de hacerlo me di cuenta de que el viento había parado. Mejoré 8 pulgadas, y otros también saltaron aún más en la última vuelta sin viento. La armonía espiritual es universal. Además, al haber obtenido esta comprensión, pude utilizarla la semana siguiente al competir después de una tormenta en una pista blanda mojada. Los saltos iniciales eran tan pobres que parecía no tener ningún sentido intentarlo. Entonces recordé que la fuente de poder no había cambiado durante la semana, entonces no tenía que aceptar los límites. Mejoré cerca de 17 pulgadas. 

La Sra. Eddy da la respuesta a todas las aparentes limitaciones materiales cuando escribe: “Totalmente separada de este sueño mortal, de esta ilusión y engaño de los sentidos, viene la Ciencia Cristiana a revelar que el hombre es la imagen de Dios, Su idea, coexistente con Él; Dios dándolo todo y el hombre poseyendo todo lo que Dios da” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 5).

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