Siempre he sabido que la curación por medio de la oración es posible. Y como Científica Cristiana, es natural para mí orar por cualquier problema que enfrente. Pero siempre había pensado que la curación era algo con lo que debía ser paciente, un proceso que toma mucho tiempo y esfuerzo. No fue sino hasta el verano pasado que descubrí lo contrario.
Como parte de un programa de entrenamiento para consejeros, tuvimos que participar en un viaje de cinco días de senderismo y excursiones en canoa. La última noche de la caminata antes del descenso final, me sentía muy incómoda. Trataba de dormirme, pero las punzadas en los tobillos me recordaban constantemente que me los había doblado muchas veces durante la caminata aquel día. Juego al fútbol y reconocí muy bien esta sensación, y también sabía que este tipo de molestias no desaparecería por sí solo.
Al principio, alternaba entre tratar de estar cómoda e ignorar el problema. Pero después de unas horas, me di cuenta de que si quería bajar la montaña al día siguiente, necesitaba orar.
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