Durante una reunión de miembros en una de las iglesias filiales se habló francamente sobre la forma adecuada en que la gente debe sentarse en los servicios religiosos. Algunos sugirieron que los miembros de la iglesia tenían que ocupar los asientos delanteros, de manera de que los que llegaran tarde pudieran sentarse fácilmente.
Uno de los miembros, oró por el tema en su casa, y llegó a la conclusión de que el hecho de que los miembros ocuparan cualquier asiento excluyendo a los demás, no traería armonía. Si todos los miembros se sentaran adelante, el visitante desconocido podría irse por no sentirse bien recibido. Esto la llevó a pensar que la responsabilidad principal durante los servicios religiosos es dar la bienvenida al forastero con nuestras puertas abiertas de par en par. Cada miembro tiene su propio lugar y parte que cumplir durante el servicio, si deseamos que el hambriento y el sediento no se vayan tan necesitados como cuando llegaron. Si cada miembro supiera que está listo y contento de sentarse donde puede hacer mejor la labor que Dios le ha encomendado, donde podrá responder de la mejor manera a la necesidad que tiene el deber de satisfacer, no habría ninguna confusión, nadie ocuparía por anticipado los asientos más cómodos, sino que cada uno estaría en su lugar correcto, y el confort y el orden abundarían para todos.
Para demostrar esta idea, ella fue a la iglesia sabiendo que Dios gobernaba y dirigía, y que ningún pensamiento mortal podía impedir que Su guía se manifestara. Se sentó junto a dos visitantes que nunca antes habían asistido a un servicio de la Ciencia Cristiana, y que estaban ansiosos de saber dónde podían conseguir el libro de texto, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por la Sra. Eddy. En las semanas siguientes, ella descubrió que cada vez que buscaba la guía de Dios e iba a la iglesia con la intención de dar, se encontraba cerca de alguien que necesitaba ayuda.
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