Yo era el niño que a veces causaba problemas en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana; como una vez que traje una rana en el bolsillo. También hubo momentos en los que me costaba prestar atención, a pesar de que realmente trataba de escuchar. Entonces tuve una experiencia dramática que me mostró que lo que estaba aprendiendo en la Escuela Dominical era práctico. ¡Me salvó la vida!
Al comienzo de mi adolescencia, durante unas vacaciones en las montañas de Canadá con mi hermana, yo estaba haciendo tonterías, saltando de roca en roca en el borde de un mirador, cuando de repente las rocas que pisaba cedieron, y comencé a caer directamente hacia el río. Con desesperación, arañé la ladera de la montaña al pasar rápidamente, buscando algo sólido donde aferrarme. Pero lo único que conseguía eran puñados de arena. Parecía que no había nada que pudiera detener mi caída.
Entonces me di cuenta de que sólo había una cosa más grande que esta situación horrorosa: Dios. Y supe entonces que había una ayuda a la mano: ayuda espiritual.
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