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Dios realmente estaba conmigo

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 27 de septiembre de 2021


Yo era el niño que a veces causaba problemas en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana; como una vez que traje una rana en el bolsillo. También hubo momentos en los que me costaba prestar atención, a pesar de que realmente trataba de escuchar. Entonces tuve una experiencia dramática que me mostró que lo que estaba aprendiendo en la Escuela Dominical era práctico. ¡Me salvó la vida! 

Al comienzo de mi adolescencia, durante unas vacaciones en las montañas de Canadá con mi hermana, yo estaba haciendo tonterías, saltando de roca en roca en el borde de un mirador, cuando de repente las rocas que pisaba cedieron, y comencé a caer directamente hacia el río. Con desesperación, arañé la ladera de la montaña al pasar rápidamente, buscando algo sólido donde aferrarme. Pero lo único que conseguía eran puñados de arena. Parecía que no había nada que pudiera detener mi caída.

Entonces me di cuenta de que sólo había una cosa más grande que esta situación horrorosa: Dios. Y supe entonces que había una ayuda a la mano: ayuda espiritual.

Al instante, recordé una historia que mi maestra de la Escuela Dominical me había contado sobre un soldado que se cayó de la popa de un barco durante la Segunda Guerra Mundial. La situación parecía muy desesperada, pero mientras oraba, se dio cuenta de que Dios estaba en todas partes y lo estaba protegiendo. Fue rescatado y vivió para contar la historia.

Ese relato pasó por mi mente en fracción de segundos. En ese momento, también sentí la presencia y protección de Dios, y sabía que Él estaba conmigo cada minuto, en todas partes. Es difícil de describir, pero en lugar de sentirme indefenso y solo, sentí que Dios me estaba protegiendo, así que no debía tener miedo.

De repente, apareció una raíz larga del tamaño de una barandilla, que se extendía de derecha a izquierda a través de la ladera de la montaña. Mis manos se aferraron a ella; y por debajo, mis pies se sintieron inesperadamente seguros en una delgada cornisa de la roca. Pude seguir la raíz y la cornisa hasta un terreno estable, donde crecían unos arbolitos. Debajo de mí, la roca sobre la que había estado saltando en el mirador cayó precipitadamente por la montaña (unos doce metros), hasta hacerse pedazos. 

Pude regresar al estacionamiento, sintiendo como si acabara de presenciar un milagro. Pero yo sabía, por las enseñanzas de la Escuela Dominical, que no había sido un milagro; había sido una prueba de la presencia y el poder salvadores de Dios.

Después de eso, no pude menos que creer en Dios. Y he experimentado Su cuidado en muchas otras situaciones desde entonces, incluso estuve protegido de un grave accidente de motocicleta. 

Estoy muy agradecido por la comprensión que obtuve en la Escuela Dominical de que Dios realmente es “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1).

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