Un día, el año pasado, me desperté con un ojo inyectado en sangre. Sabía que podía estar tranquilo y sin temor, confiado en que no hay lugar donde Dios no esté. Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana: una persona que brinda tratamiento metafísico a través de la oración a aquellos que lo solicitan.
El practicista compartió este pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, de la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy: “Científicos Cristianos, sean una ley para ustedes mismos para que la malapráctica mental no los pueda dañar ni dormidos ni despiertos” (pág. 442).
Más adelante en Ciencia y Salud, la malapráctica mental se explica como “la acción perjudicial de una mente mortal controlando a otra por motivos erróneos, … y se practica con fines equivocados o malignos (pág. 451). Si bien no había otra persona que controlara mi pensamiento, tal vez yo estaba escuchando pensamientos falsos y limitantes sobre mí mismo en lugar de pensamientos verdaderos de Dios.