
Relatos de curación
Con esta verdad en el pensamiento, desperté. Dejé de tratar de “arreglar el sueño” y acepté que, por ser la imagen del único creador, Dios, mi vida era divinamente inspirada, y que era guiada por el camino correcto con abundancia de propósito y satisfacción.
Mi ser está en Dios y yo Lo reflejo. Dios es Espíritu y jamás puede estar roto. Oré con el hecho de que soy espiritual, por lo tanto, no estoy sujeta a sufrir heridas ni a las leyes de la materia.
Obtuve una nueva perspectiva de Dios: que Él es nuestro Padre-Madre Dios, del todo armonioso, del todo amoroso.
Esas “corrientes calmas, poderosas, de la verdadera espiritualidad” inundaron mi consciencia y me limpiaron de todas las creencias materiales que me habían perturbado.
Lo único que podía sentir era la paz indescriptible y el amor que todo lo abarca de Dios. Sabía sin lugar a dudas que estaba a salvo.
Mi ira hacia los perpetradores desapareció, y realmente pude verlos no como ladrones, sino como abrazados por Dios, el Amor.
A medida que tuve más curaciones, mi confianza en la Ciencia Cristiana fue en aumento, e incluso influyó en mi manera de pensar sobre las relaciones.
A medida que oraba, consintiendo lo mejor que podía en el hecho de que la totalidad de Dios era la realidad presente, el pensamiento comenzó a cambiar.
Estoy muy agradecido por la demostración de que la edad no es un factor en la curación.
Se me ocurrió que necesitaba más inspiración para superar la creencia de que esta condición duraría indefinidamente.