Estaba enseñando una clase virtual y presencial de Escuela Dominical en la que un estudiante estaba en Zoom y otro, presente allí conmigo. Los padres del estudiante presencial estaban en la iglesia. Cuando se acercaba el final de la clase, de repente perdí el conocimiento. Al ir recuperando la conciencia, me di cuenta de que estaba tendida en el suelo. Una de mis amigas de la iglesia estaba arrodillada junto a mí, y otra, al otro lado.
Escuché una voz dulce que me decía muy suavemente que yo era una idea espiritual, una hija de Dios, y que era perfecta. Yo dije: “Lo sé”. Al mismo tiempo, me preguntaba qué hacía en el piso y por qué ella estaba diciendo algo que sabíamos que era cierto. Más tarde me enteré de que yo no había dicho “lo sé” en voz alta, sino que solo pensaba en estas palabras.
Después de recuperar completamente la consciencia, me ayudaron a levantarme y me sentí completamente bien. No había ningún indicio de que hubiera pasado algo, y estaba lista para ir a almorzar como de costumbre con una de las amigas que me había ayudado.
Después me enteré de lo que había pasado. Mi estudiante presencial había sacado rápidamente a su madre de la iglesia, y ella me había acostado en el suelo y otra amiga había venido a ayudar. El padre del estudiante había llamado a un practicista de la Ciencia Cristiana, quien me había hablado por teléfono. Yo no había escuchado nada, pero su trabajo se sintió de inmediato. Sé que los miembros de la iglesia habían estado orando, incluidas las dos que me ayudaron a estar cómoda.
Estaba muy agradecida por el trabajo eficaz y rápido del practicista. Y estaba muy agradecida por nuestra querida iglesia y por la compasión y el amor expresados. También agradecí que mis compañeras de la iglesia decidieran orar en lugar de llamar a una ambulancia.
Di un testimonio en la siguiente reunión de testimonios del miércoles por la noche; sin embargo, no siento que fuera realmente mío, sino de los miembros de la iglesia y del practicista. Más tarde, en la Escuela Dominical, me regocijé con mis alumnos por la eficacia de la práctica de la Ciencia Cristiana y por haber sido testigo del Amor divino en acción. Esa experiencia ocurrió hace casi dos años, y no ha habido secuelas ni recurrencias.
Esta curación fue sin duda un ejemplo de la Iglesia tal como la definió nuestra Guía, Mary Baker Eddy, en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa sobre el Principio divino y procede de él.
“La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando a la raza, despertando el entendimiento dormido de las creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos” (pág. 583).
Estoy muy agradecida por la Ciencia Cristiana y por nuestra iglesia.
Tina Huston
Houston, Texas, Estados Unidos
Acabábamos de terminar de cantar el último himno cuando mi hijo adolescente apareció en el auditorio, de su clase en la Escuela Dominical. Claramente alarmado, dijo: “Tina necesita ayuda”. Fui de inmediato a la Escuela Dominical, y cuando llegué allí, ella estaba inconsciente y parecía tener una convulsión.
La acosté en el suelo y comencé a hablarle sobre su verdadera naturaleza como hija de Dios. Le dije algo así como esto: “Tina, tú sabes quién eres. Tú eres la hija amada de Dios. Estás completa y bien en este momento. ¡Vives en el Espíritu, y lo sabes mejor que nadie!”. Entonces otro miembro, Linda, apareció y se sentó a la derecha de Tina, susurrándole dulcemente cuánto la amaba Dios y que era la preciada hija de su amoroso Padre-Madre Dios.
Mi esposo llegó y llamó a un practicista de la Ciencia Cristiana, le informó acerca de la situación y el practicista comenzó a orar. Durante una de varias llamadas con él, me pidió que acercara el teléfono a la oreja de Tina, y recitó el Padre Nuestro de una manera lenta y deliberada, de una manera que nunca antes lo había oído decir. Parecía como si todos los demás en la iglesia también estuvieran orando en silencio. En un momento dado, me di cuenta de que la parte de Zoom de la Escuela Dominical todavía estaba activa, así que terminé la sesión.
Toda la situación duró unos veinte o treinta minutos. Cuando Tina despertó, uno de nuestros miembros se comunicó con el estudiante que había estado en línea y le aseguró que Tina estaba bien.
El miércoles siguiente, en la reunión de testimonios, Tina se puso de pie y dijo: “Creo que tuve una curación el domingo”. Todos nos reímos, ya que la curación también era nuestra, y nos regocijamos al ver a la Iglesia en acción.
Kris Tinkham
Houston, Texas, Estados Unidos
Considero que un aspecto significativo fue que, mientras oraba por Tina, me embargó una calma dulce y suave. En un momento dado, pronuncié el nombre de Tina, y ella inmediatamente abrió los ojos, llena de vida y alegría, y dijo: “Hola, ¿cómo estás?”. Le respondí riendo: “¡Estoy bien! ¿Cómo estás tú?”. Su respuesta, cuando nos levantamos del suelo, fue que ella también estaba bien. Y así era . Fue un honor presenciar esta curación.
Linda Lindeman
Houston, Texas, Estados Unidos