Estaba enseñando una clase virtual y presencial de Escuela Dominical en la que un estudiante estaba en Zoom y otro, presente allí conmigo. Los padres del estudiante presencial estaban en la iglesia. Cuando se acercaba el final de la clase, de repente perdí el conocimiento. Al ir recuperando la conciencia, me di cuenta de que estaba tendida en el suelo. Una de mis amigas de la iglesia estaba arrodillada junto a mí, y otra, al otro lado.
Escuché una voz dulce que me decía muy suavemente que yo era una idea espiritual, una hija de Dios, y que era perfecta. Yo dije: “Lo sé”. Al mismo tiempo, me preguntaba qué hacía en el piso y por qué ella estaba diciendo algo que sabíamos que era cierto. Más tarde me enteré de que yo no había dicho “lo sé” en voz alta, sino que solo pensaba en estas palabras.
Después de recuperar completamente la consciencia, me ayudaron a levantarme y me sentí completamente bien. No había ningún indicio de que hubiera pasado algo, y estaba lista para ir a almorzar como de costumbre con una de las amigas que me había ayudado.
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