“Cada desafío a nuestra fe en Dios nos hace más fuertes. Cuanto más difícil parezca la circunstancia material a ser vencida por el Espíritu, tanto más fuerte debiera ser nuestra fe y tanto más puro nuestro amor” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 410). Hubo un momento en que enfrenté la situación más difícil que jamás haya enfrentado, y supe que solo si me fortalecía mucho más en la fe y encontraba un sentido más puro del amor podría superar el dolor y la conmoción de todo esto.
Hace unos 34 años, mi esposo y yo estábamos de vacaciones con nuestra hija a varias horas de nuestra casa. Poco después de llegar a una playa, mi esposo anunció que se iba a nadar y desapareció sin dejar rastro alguno. Cuando no regresó después de una hora más o menos, me asusté mucho y avisé a los socorristas, la policía y la guardia costera. Pero nadie pudo encontrarlo.
Cuando se hizo evidente que mi esposo había desaparecido, mi pensamiento se dirigió inmediatamente a esta estrofa de un poema de la Sra. Eddy que conocía y amaba, titulado “Cristo mi refugio”:
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