
Relatos de curación
Hace años, tuve que emigrar hacia los Estados Unidos por la situación política que existía en mi país. Después de llegar a este país, trabajé en diferentes lugares, pero no me fue posible encontrar un empleo seguro.
En 1976, cuando conocí la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) , trabajaba en un hospital en donde tenía trato directo y casi constante con pacientes. Cuando comencé a estudiar la Lección-Sermón semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, empecé a sentirme incómoda en mi trabajo.
Nuestra familia conoció la Ciencia Cristiana a través de una curación que tuvo la hermana de mi padre, quien vivía en la ciudad de Nueva York. Mi tía era pianista de concierto, y había perdido el uso de las manos debido a rigidez en las muñecas.
Hace alrededor de treinta años, mi salud había alcanzado su nivel más bajo. Desde que nací, había tenido un penoso problema digestivo.
He tenido muchas curaciones maravillosas en mi vida desde que comencé a estudiar Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) . Particularmente deseo compartir una que ha sido muy especial para mí.
Hace dos veranos, se me desarrolló en la cara una fea enfermedad de la piel que gradualmente apareció en diferentes partes del cuerpo. A veces, el problema se hacía molesto en extremo, pero mi mayor preocupación era que, en ese entonces, estaba sirviendo como Primera Lectora en mi iglesia filial.
Desde hace unos cinco años no he expresado por escrito mi gratitud por la Ciencia Cristiana. Estoy muy agradecida, pues aun cuando dos de nuestros hijos no han seguido estudiando Ciencia Cristiana, no han olvidado lo que aprendieron en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana.
Con inmensa gratitud por la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) voy a relatar dos importantes curaciones. En ambos casos, y por medio de la oración solamente, se restableció la salud de dos niños que estaban seriamente enfermos.
Una de las primeras curaciones que tuve hace muchos años, vino por medio de la inspiración que recibí de la lectura de un testimonio de curación en una de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana. En ese tiempo no era Científica Cristiana.
Supimos acerca de la Ciencia Cristiana durante la depresión económica de los años 30, cuando una vecina, que había visto nuestra gran necesidad, nos invitó a mi esposo y a mí a asistir a una conferencia sobre Ciencia Cristiana. Esto sucedió unos dos meses antes del nacimiento de nuestro segundo hijo, y teníamos toda clase de problemas: enfermedad, escasez, desempleo y desdicha.