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Estoy muy agradecida porque mis padres aceptaron la Ciencia Cristiana...

Del número de octubre de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Estoy muy agradecida porque mis padres aceptaron la Ciencia Cristiana cuando yo era pequeña. Esta Ciencia me ha permitido atender con éxito a los problemas que se presentan en la vida diaria, y, además, he tenido muchas curaciones físicas. Deseo compartir tres curaciones que recuerdo muy especialmente porque me enseñaron una clara lección.

Poco antes de cumplir los veinte años, comencé a salir con un muchacho que tocaba los tambores en una banda de “rock and roll”. Me sentía muy impresionada con su posición y encantada de que una persona así se hubiera “enamorado” de mí. Al poco tiempo, un amigo me contó que este joven se reía de mí a mis espaldas, burlándose de mi credulidad. Cuando esto fue evidente, me sentí herida y humillada. No sabía cómo podría enfrentarme nuevamente con él o con mis otros amigos.

Me sentía muy desgraciada, y esta experiencia era demasiado dolorosa para poder soportarla. Sabía que mis padres estaban muy preocupados por mí, pero nada de lo que ellos me decían parecía calmar mi angustia.

Entonces comencé a orar, a acercarme verdaderamente a Dios. Me sentía totalmente vencida, y simplemente le pedía al Padre que me ayudara. Al hacer esto comencé a pensar en Dios y a razonar de esta manera: “Dios es Amor, y la verdadera identidad de cada individuo expresa a Dios; por consiguiente, el hecho espiritual acerca de este joven es que expresa el amor de Dios”. También pensé en otros sinónimos de Dios usados por la Sra. Eddy en Ciencia y Salud, y lo que cada uno indicaba sobre la identidad de este joven como hijo de Dios. Me embargó una gran paz. El sentimiento de angustia desapareció y quedé libre de todo sentimiento de agravio. Fue un alivio increíble.

Unos días después, cuando nuestras dos bandas tocaban en el mismo club, pude encontrarme con este joven sin tener ningún sentimiento de vergüenza o de rabia. El actuó de manera respetuosa y dijo a alguien de mi banda que estaba sorprendido de que yo no estuviera disgustada con él. Todavía me siento agradecida por haber aprendido, a temprana edad, que el verdadero perdón es posible y que con el perdón viene la paz.

Las otras dos curaciones son más recientes y se refieren a mi hija. Cuando nació, tenía los dos pies dados vuelta hacia adentro y esto era muy visible. Las películas que tomamos en casa cuando ella comenzó a caminar muestran que esta condición era evidente y continuó así hasta que tenía más o menos un año y medio. Durante todo este tiempo yo oraba por ella. Sentía una maravillosa confianza en que esta condición no tocaba su ser verdadero, que es espiritual y perfecto. Trabajé con muchas verdades bíblicas, pero la que más recuerdo es de Jeremías (1:5) cuando Dios dice al profeta: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué”. Los pies de la niña se le enderezaron, más o menos a la edad de dos años, y así han permanecido. Ella disfruta sin ninguna restricción de completa actividad física, incluso hace gimnasia.

La otra curación también ocurrió cuando la niña era pequeña. La cuna era chica para ella y mientras se acostumbraba a dormir en una cama, a veces se caía. Una noche que se cayó, la acosté nuevamente, pero se despertó llorando y diciendo que le dolía la cabeza. Luego vomitó. Me senté a su lado orando en silencio. Dos o tres veces se repitió el ciclo de dormir un rato, despertarse y vomitar.

Entonces pensé en una afirmación que se encuentra en el libro The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, escrito por la Sra. Eddy (pág. 270): “El ciclo del bien extingue el epiciclo del mal”. Entonces razoné que nuestra hija lo único que podía experimentar era el bien, y esto excluía el ciclo aparente de estos síntomas. Sentí el poder de esta verdad y tuve la certeza de que todo estaba bien. Traje a la niña a mi cama, y el resto de la noche fue apacible. Al día siguiente amaneció sin ninguna señal de enfermedad o malestar.

Lo que más valoro de esta experiencia es que la presencia de Dios fue más fuerte que la tentación de sentir miedo. El recuerdo de esto me ha ayudado a eliminar el miedo en otras situaciones. Estoy muy agradecida por la Ciencia Cristiana.


Yo soy la hija mencionada en este testimonio. Aun cuando no recuerdo esas curaciones, estoy muy agradecida a Dios por haberme curado entonces, y en muchas otras ocasiones.

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