Estoy sumamente agradecida porque la curación en la Ciencia Cristiana es definitiva y completa. Hace poco tuve una prueba evidente del cuidado total de Dios.
Un fin de semana, mi marido y yo hicimos un corto viaje en trineo, tirado por perros, para visitar a unos amigos. Su cabaña está a unas cuatro horas en trineo de la nuestra. Fue un hermoso viaje y pasamos allí la noche con otras personas que también habían venido. Fuimos los primeros en partir al día siguiente, pues teníamos un compromiso esa misma tarde.
Nuestros amigos siempre se muestran preocupados cuando los trineos salen de su predio porque el sendero es angosto, cuesta abajo, entre espesos bosques, y los perros están siempre muy excitados cuando comienzan un viaje. Nuestros perros estaban muy entusiasmados, sobre todo porque habían pasado la noche con más de sesenta perros.
Yo iba sentada en el trineo y mi marido lo conducía, pero, poco después de haber salido, el trineo rebotó en un tocón, golpeándome la cara entre el trineo y un árbol. Me caí del trineo, y los perros se detuvieron cuando éste quedó fuertemente atrapado en el próximo árbol.
Mi primera reacción fue quedarme muy quieta y escuchar la verdad consoladora de Dios. El temor que sentía desapareció rápidamente. A los pocos segundos de habernos detenido me sentí completamente segura de que la curación se estaba efectuando. Mi marido también es Científico Cristiano, y me sentí agradecida por la manera amorosa en que expresó su seguridad en el cuidado siempre presente de Dios. Confiando en la omnipresencia de Dios, decidimos no regresar a la cabaña de nuestros amigos, sino que continuamos nuestro camino, orando en silencio.
Aunque al comienzo tenía dolor, a los diez minutos ya no sentí ninguna molestia, a pesar de que no podía abrir un ojo. Teníamos un viaje de cuatro horas por delante, pero en ningún momento sentí el deseo de llegar a casa cuanto antes, sino que disfruté del hermoso día y aproveché el tiempo afirmando el dominio de Dios sobre toda situación. Como dice Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 171): “El dominio de la Mente sobre el universo, incluso el hombre, ya no es una cuestión discutible, sino Ciencia demostrable”. Sentí la confianza y la presencia de Dios expresada en la declaración de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 177): “La evidencia del poder sanativo de la Mente divina y de su absoluto gobierno me es tan cierta como la evidencia de mi propia existencia”.
Cuando llegamos a casa, tuvimos que salir inmediatamente para asistir a un concierto, seguido por un ensayo del conjunto del que formábamos parte mi marido y yo. Nuestro conjunto debía actuar cuatro días después. Pero, como mi cara tenía un aspecto bastante alarmante, me preocupó lo que la gente diría y las preguntas que pudieran hacer.
Efectivamente, como la había esperado, me aconsejaron que obtuviera atención médica para el ojo y que usara ciertos ungüentos sobre las lastimaduras. Esta clase de consejo continuó cuando tuve que ir a trabajar al día siguiente. Trabajo en un restaurante, y aunque la herida estaba cubierta, mucha gente se mostró preocupada. Sus inquietudes no disminuyeron mi confianza en el poder sanador de Dios; pero mi incapacidad para calmar sus temores realmente me molestaba. Sólo podía contestar que ese problema estaba recibiendo la debida atención.
No me parecía incongruente, en ese momento, que yo pudiera estar tan segura del cuidado de Dios, y, sin embargo, estar tan insegura de que los demás también pudieran ver ese cuidado manifestado en mí. Pero, a medida que el día transcurría, continuaba orando y, de pronto, comprendí que Dios lo gobierna todo. El no sólo me ayuda a mí a ver la nada de los accidentes o de sus manifestaciones materiales, sino que ayuda a toda la humanidad a ver esta nada. Y Su totalidad impide que cualquier creencia de temor tenga poder.
A partir de ese momento, pude ver los comentarios de preocupación de la gente como la expresión de su amor y de su concepto de que es el derecho del hombre ser saludable, feliz, hermoso. ¡Y qué amor tan abundante se expresaba! Esto fue, para mí, la revelación que necesitaba.
Al día siguiente, pude abrir el ojo casi por completo; y el día de nuestro concierto, las costras que habían cubierto un lado de la cara se habían caído completamente, el ojo estaba totalmente abierto, y podía ver con claridad. En menos de una semana, lo que había sido un alarmante ojo morado, ahora era un ojo de color completamente normal. La gloria suprema de la curación consistió en que esto fuera presenciado por mucha gente, que expresó asombro (algunos, varias veces) por la rapidez con que la cara sanó.
Estoy constantemente agradecida por esta curación y por tantas otras pruebas evidentes del cuidado de Dios.
Fairbanks, Alaska, E.U.A.