Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

[Original en portugués]

Desde que conocí la Ciencia Cristiana*, me di cuenta de que ésta es...

Del número de octubre de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde que conocí la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), me di cuenta de que ésta es una enseñanza muy práctica, ya que por medio de mi estudio de la Ciencia, he aprendido a pensar y actuar inteligentemente ante las más difíciles situaciones que he enfrentado, y especialmente en aquellos casos relacionados con hechos delictivos.

Un día, al entrar en mi casa, vi que todas las gavetas en cada habitación estaban abiertas, y que habían sacado ropa y papeles y estaban tirados por el suelo, además, habían desaparecido muchas cosas. Mientras iba por la casa inspeccionando, pensaba que el crimen, el desorden y la injusticia no son la verdad del hombre de Dios, o del hombre, quien es Su semejanza. Sentí gran calma y dominio, y ni un solo momento sentí ira o ansiedad.

Aquella tarde fui a trabajar y, al regresar a casa, llamé por teléfono a un practicista de la Ciencia Cristiana. El me explicó que, puesto que el Amor divino está siempre presente y es todo acción, el error o mal no tiene poder, ni tampoco es una persona. Me dijo que una vez descubierto y visto por lo que es — una ilusión — el error se destruye a sí mismo.

Al principio estaba indecisa si debía o no informar a la policía. Pero reconocí que la ley humana existe para protegernos, y que debemos obedecer esa ley tanto en beneficio propio, como en el de otros.

Cuando informé a la policía acerca del robo, me dijeron que estuviera en contacto con la estación de policía periódicamente, para tener noticias relacionadas con el caso. Durante los días que siguieron, yo estaba muy confiada en que volvería a recibir lo que era mío, y continué orando con lo que el practicista me dijo. Dos semanas después me llamó la estación de policía, donde recibí prácticamente todo lo que había sido robado de la casa.

Me dijeron que habían sido dos jóvenes los autores del robo, y que ya los había aprisionado la policía. Más tarde, cuando vi a esos dos jóvenes en la cárcel, pude decirles que yo los amaba porque sabía que eran hijos de Dios. Fueron muy receptivos a mi manifestación de cariño. Uno de ellos, incluso habló sobre la Biblia. Esto me confirmó, en pequeña manera, que todos poseemos espiritualidad.

En otra oportunidad, estaba caminando por la acera cerca de mi casa en la noche, cuando alguien detrás de mí me arrancó el bolso y echó a correr. Inmediatamente empecé a orar para comprender que el mal no tenía poder, porque la Verdad, Dios, o el bien, es todo poder. Como antes, no sentí enojo, pues estaba consciente solamente de la presencia de Dios, y consciente de que Su amor y bondad estaban allí apoyándome. Yo sabía que ningún hijo de Dios podía ser impulsado a obrar erróneamente.

Un transeúnte me ayudó a encontrar a un policía, quien corrió tras el joven, y regresó con mis papeles. Cuando dije al policía que aún faltaban las llaves, los tres fuimos al lugar adonde él había encontrado los papeles. Y, justamente cuando nos aproximábamos al lugar, un hombre que venía en nuestra dirección, se agachó y levantó las llaves. Cuando nos encontramos, le dije que las llaves eran mías y él con mucho gusto me las entregó.

Esta experiencia me sirvió para estar alerta respecto a mis pensamientos sobre la idea de pérdida que había estado abrigando, y que necesitaban ser corregidos. Uno por uno, los miembros de mi familia se habían mudado a otro estado. Una persona con quien yo había estado viviendo, había fallecido, y otros amigos allegados se habían mudado lejos. Comencé a sentirme aislada y a pensar que un día me quedaría sola. Este incidente me alertó sobre la verdad acerca de lo que San Pablo dice en su Epístola a los Romanos (8:38, 39): “Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del Amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. También recordé que en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy habla del Amor “que está por debajo, por encima y alrededor de todo el ser verdadero”. [La oración completa en la página 496, dice: “Mantened perpetuamente este pensamiento: que es la idea espiritual, el Espíritu Santo y Cristo, lo que os capacita para demostrar con certeza científica la regla de la curación, basada en su Principio divino, el Amor, que está por debajo, por encima y alrededor de todo el ser verdadero”.] Esto fue el final del sentimiento de soledad y de aislamiento. Algunos años más tarde, cuando me mudé a otra ciudad y estaba más cerca de miembros de mi familia, pude amarlos en una forma más práctica y darles con regocijo. No volví a sentir temor de que los perdería.

Estoy muy agradecida a Dios por el poder sanador y salvador de la Ciencia Cristiana. Las experiencias arriba indicadas, relatan curaciones verdaderas e imperecederas. (Con motivo de mis actividades salgo con frecuencia por las noches, y hasta ahora nunca más he tenido ninguna dificultad en este respecto.) Me siento protegida y segura, siempre en la presencia del Amor divino.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / octubre de 1988

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.