Relatos de curación
Hace varios años, estuve implicado en un accidente de motocicleta cuando regresaba a casa después de mi trabajo nocturno. Iba a una velocidad de 65 kms.
Este testimonio es exacto. Nuestros amigos, los Dietz, viven en un solar arbolado de 8.
Durante los años en que enseñaba en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, yo hacía hincapié en la importancia de muchas de las verdades bíblicas, diciéndoles a mis alumnos que esas verdades les ayudarían en momentos de emergencia. Hace varios años la costa del Golfo de México fue azotada por un huracán muy violento.
Cuando era joven, llegué al punto de que me fue imposible continuar trabajando porque me encontraba muy enfermo. Me atormentaban problemas del corazón, del estómago y trastornos nerviosos.
“Jehová Dios mío, a ti clamé, y me sanaste” (Salmo 30:2). Desde niña tuve el concepto de soledad porque faltaban mis padres.
Cuando encontré la Ciencia Cristiana yo era una persona muy satisfecho de mí mismo. Sentí que podía hacer (y así hice) justamente lo que deseaba.
En junio de 1977, apenas tres meses después de mi regreso a Sydney, mi marido me abandonó repentinamente. Me encontré con muy poco dinero, sin trabajo y sin lugar donde vivir.
La primera vez que oí algo acerca de la Ciencia Cristiana fue cuando, siendo todavía una niña, oí a mi querido padre leer en una publicación algunas informaciones despectivas sobre esta Ciencia. Después, a los diecinueve años, me regalaron un ejemplar del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra.
La Ciencia Cristiana llegó a mí durante un tiempo particularmente difícil de mi vida. Durante muchos años yo había estado sufriendo de una enfermedad crónica que me causaba gran sufrimiento y que requería que yo tomara medicina varias veces al día.
Hace alrededor de ocho años me percaté de que una mancha en mi cuerpo había cambiado radicalmente de apariencia. En ese entonces, las urgentes advertencias al respecto que se hacían al público a través de los medios de difusión, vinieron a mi mente.