
Relatos de curación
En noviembre de 1979, un médico me dijo que yo tenía artritis incurable. Dijo que podía continuar con tratamiento médico, y que cuando el dolor fuera muy intenso, me podía inyectar y tomar analgésicos.
Durante algunos años sufrí de sinusitis. En diferentes ocasiones recibí ayuda por medio de la oración de varios practicistas de la Ciencia Cristiana, pero la luz de la Verdad no comenzó a alborear en mi consciencia hasta que una practicista me ayudó a reconocer el error como pensamiento mórbido.
Desde mi niñez, tuve un gran deseo de ser peluquero. Vivíamos en aquel tiempo en Indonesia, donde yo sabía que no tenía oportunidad de aprender este oficio.
¡Tengo tantas razones para estar agradecido a Dios! Hace doce años fui guiado a la Ciencia Cristiana, y el consuelo y confianza que tengo hoy, en estos tiempos económicamente inciertos y amenazantes, son el resultado de una curación que tuve casi al principio de mi estudio de esta Ciencia. Fue una curación de un insidioso temor a la pobreza.
El día antes de partir para la reunión de la Asociación de estudiantes de Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) a la que concurriría mi esposa (un viaje como de 1. 400 kilómetros), comencé los preparativos del auto.
Desde temprana edad comencé a asistir a clases en una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, pero dejé la Escuela Dominical cuando tenía unos trece años. Parecía haber obtenido poco o ningún beneficio durante los años que había asistido a ella.
“Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación” (Salmo 90:1). Una Lección Bíblica del Trimestral de la Ciencia Cristiana comenzaba una vez con ese versículo.
Para muchas personas, la falta de empleo parece ser una realidad en el mundo de hoy. Pero a través de la oración, esto puede verse como una oportunidad para crecer espiritualmente.
A la edad de veinte años yo era un enfermo que debía guardar cama en un sanatorio para tuberculosos; me sentía totalmente desmoralizado y desalentado. Los especialistas que basaron su diagnóstico en los rayos X y en varios análisis, me informaron que yo debía resignarme a llevar la vida de un inválido.
Cerca de una semana después de haber nacido nuestro hijo, un vecino de al lado que era médico, nos visitó. Yo acababa de bañar al niño, y mientras lo secaba, nuestro vecino comentó que parecía que el niño tenía un debilitamiento muscular en la parte de la ingle.