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Relatos de curación

Cuando mi esposo terminó sus estudios a principios del año 1982,...

Cuando mi esposo terminó sus estudios a principios del año 1982, comenzó a buscar un empleo adecuado. Pronto nos dimos cuenta de que en nuestra ciudad no había trabajo disponible que fuera apropiado para sus conocimientos.

Enviudé durante la Segunda Guerra Mundial, y tenía tres niñas pequeñas que mantener. No teníamos un hogar porque el nuestro había sido destruido por las bombas.

Este testimonio explica cómo una curación en particular, me llevó a la Ciencia Cristiana. Mi padre había sido adoptado por una Científica Cristiana, una señora a quien nunca conocí.

Estoy agradecida a Dios por la Ciencia Cristiana, la cual me ha traído muchas bendiciones. Llegué a conocer la Ciencia Cristiana al escuchar el programa de radio, “La Verdad que sana”.

En noviembre de 1979, un médico me dijo que yo tenía artritis incurable. Dijo que podía continuar con tratamiento médico, y que cuando el dolor fuera muy intenso, me podía inyectar y tomar analgésicos.

Durante algunos años sufrí de sinusitis.

Durante algunos años sufrí de sinusitis. En diferentes ocasiones recibí ayuda por medio de la oración de varios practicistas de la Ciencia Cristiana, pero la luz de la Verdad no comenzó a alborear en mi consciencia hasta que una practicista me ayudó a reconocer el error como pensamiento mórbido.

Desde mi niñez, tuve un gran deseo de ser peluquero.

Desde mi niñez, tuve un gran deseo de ser peluquero. Vivíamos en aquel tiempo en Indonesia, donde yo sabía que no tenía oportunidad de aprender este oficio.

¡Tengo tantas razones para estar agradecido a Dios! Hace doce años fui guiado a la Ciencia Cristiana, y el consuelo y confianza que tengo hoy, en estos tiempos económicamente inciertos y amenazantes, son el resultado de una curación que tuve casi al principio de mi estudio de esta Ciencia. Fue una curación de un insidioso temor a la pobreza.

El día antes de partir para la reunión de la Asociación de estudiantes de Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) a la que concurriría mi esposa (un viaje como de 1. 400 kilómetros), comencé los preparativos del auto.

Desde temprana edad comencé a asistir a clases en una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, pero dejé la Escuela Dominical cuando tenía unos trece años. Parecía haber obtenido poco o ningún beneficio durante los años que había asistido a ella.

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

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