La oración puede ayudar a aquellos que se sienten desesperados; estoy completamente convencida de esto, porque me sucedió a mí.
Me encontraba en un momento en el que tenía que enfrentar decisiones críticas. Había perdido por completo mi equilibrio mental. Me había aislado de mi familia y me sentía emocionalmente confundida. Recuerdo no haber tenido más preguntas ni sentimientos. Había dejado de llorar. Los días eran túneles oscuros. No deseaba estar con nadie. No podía hablar de lo que me pasaba; parecía no haber respuestas a mis problemas.
Una compañera de la universidad conocía mi desesperación, y en una ocasión me preguntó: “¿Puedo orar por ti?” Le dije que no me iba a servir de nada, a pesar de que amaba verdaderamente la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), y, poco antes, había tratado yo misma de orar sobre esta situación, aunque superficialmente. Ella era Científica Cristiana, y me preguntó: “Pero, ¿puedo orar?” Y le contesté: “Si así lo deseas”. Eso fue unos días antes de que decidiera terminar con mi vida. Me sentía sin esperanzas, y sólo sentía el impulso de escapar, lo que ni siquiera parecía ser mi propio pensamiento.
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