Estoy muy agradecido por la Ciencia Cristiana, y porque me ha traído una mayor comprensión espiritual acerca de Dios. Por medio de esta comprensión, logré unas de las curaciones más importantes desde que comencé el estudio de la Ciencia Cristiana.
Hace algunos años, tuve una infección. Al cabo de cierto tiempo, la situación empeoró y me asusté, pensando que algo serio podría suceder. Entonces decidí consultar a un doctor y obtener un diagnóstico médico.
Después de que el médico me examinó y me recetó unos medicamentos, fui a casa y pasé largas horas orando. Oré para que el Cristo iluminara mi consciencia y saber qué camino debía tomar. A pesar de que hacía muy poco que estudiaba la Ciencia Cristiana, podía percibir claramente que yo había permitido en gran medida que el testimonio de los sentidos materiales me influyera. De allí en adelante, decidí no tomar ninguna medicina, sino depender de Dios exclusivamente para la curación. Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana, quien aceptó mi caso con mucho amor.
A medida que pasaron los días, la infección gradualmente desapareció, aunque no me había curado por completo. Después de varios meses, decidí dejar de emplear los servicios del practicista, pensando que ya no serían necesarios. Ese fue un necio error. La infección empeoró a tal extremo que sentía mucho dolor. Entonces recordé lo que el “hombre con espíritu inmundo” le había dicho a Cristo Jesús en Capernaum, antes de que el Maestro lo sanara: “¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios” (Marcos 1:24).
Un día, decidí visitar a un querido amigo, quien es Científico Cristiano, para pedirle que orara por mí. Nos pusimos de acuerdo para trabajar juntos en la Ciencia Cristiana, con el objeto de lograr la curación por medio de la purificación del pensamiento, la palabra y la acción. Como resultado de reflexionar sobre la palabra “pureza”, comprendí gradualmente que mi verdadera naturaleza como el hombre de Dios, es completamente espiritual y pura, y que en esa naturaleza no hay lugar alguno para infección de ninguna clase.
Recordé un pasaje de The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany por la Sra. Eddy, que dice (pág. 165): “Como parte activa de un todo maravilloso, la bondad identifica al hombre con el bien universal. Que cada miembro de esta iglesia pueda elevarse por encima de la pregunta tantas veces repetida, ¿Quién soy?, a la respuesta científica: Soy capaz de impartir verdad, salud y felicidad, y esto es mi roca de salvación y la razón de mi existencia”. Esta cita me ayudó mucho cuando me sentía tentado a dejar que la apatía me impidiera continuar con el estudio y la oración en la Ciencia Cristiana. Finalmente vencí esa apatía. Comprendí que no podía haber separación entre la Mente y su idea, el hombre. La unidad entre Padre e hijo está siempre intacta.
Mi amigo y yo logramos un progreso gradual y permanente en nuestro trabajo de curación. Nos dimos cuenta de que la omnipotencia de la Verdad demuestra la impotencia del error. Sobre esta base, estudiamos y oramos durante un mes. ¡Qué productivo y espiritualmente enriquecedor fue ese período!
Cuando decidimos que nuestro trabajo en conjunto había llegado a su fin, aún tuve que fortalecer mi comprensión de algunas verdades espirituales, pero me mantuve firme en ese ánimo que sólo la Verdad nos da, hasta que repentinamente me di cuenta de que había sanado completamente. ¡Qué agradecido me sentí por esa curación! Fue como si hubiera despertado de un sueño turbulento a la realidad espiritual de las cosas.
Estoy muy agradecido a Dios por esta curación. También estoy agradecido por los practicistas de la Ciencia Cristiana, quienes, con tanto amor y valor, están siempre listos para ayudarnos por medio de la oración. Con un deseo ferviente de crecer en gracia y con aprecio por todo lo que he recibido por medio de las enseñanzas de esta Ciencia, me siento inmensamente agradecido.
São Paulo, Brasil
