Siempre me había preguntado qué haría yo, como Científica Cristiana, si tuviera que enfrentarme a una enfermedad grave y dolorosa. ¿Tendría el valor de apoyarme totalmente en la Verdad, o escogería la medicina material para mitigar las molestias?
Una noche, hace varios años, desperté con un fuertísimo dolor de cabeza. A continuación le siguieron cinco días de tormento físico. Sin embargo, con la ayuda que me prestaron varios practicistas de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) en distintas ocasiones, cuando las cosas parecían de lo más críticas, pude ponerme del lado de Dios y obtener la victoria.
Lo que se me hizo claro a través de todo esto fue que nada podía estorbar mi creciente confianza en que Dios es Todo y que es capaz de cuidarme por completo bajo cualquier circunstancia, sea lo que fuere. También se desarrolló en mí una creciente convicción de que mi verdadero ser, como el eterno reflejo de la Vida eterna, nunca había nacido en la materia, no estaba ahora viviendo en ella, y, por lo tanto, no podía salir de la materia por medio de la muerte.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!