Un día, estaba conversando agradablemente por teléfono con una amiga, cuando un hombre llamó a la puerta. Se identificó como detective de la policía local, y me pidió que lo acompañara hasta una calle cercana donde había ocurrido un accidente. Nuestra hija de ocho años, Jennifer, había chocado contra un automóvil en movimiento cuando iba en su bicicleta, y, aparentemente, los vecinos le habían dado a la policía mi dirección. Mi primer pensamiento fue que el hijo de Dios nunca puede ser separado del cuidado de Dios, y al aferrarme a este pensamiento, pude ir con calma hacia mi hija que perdía y recobraba el conocimiento.
Un oficial de policía me dijo que estaban listos para llevar a la niña al hospital más cercano, ya que pensaban que tenía una clavícula rota, heridas en la cabeza y posibles heridas internas. Les agradecí su preocupación, pero les dije que eramos Científicos Cristianos y que deseábamos volver a casa y atender el caso mediante la oración. Entonces los oficiales me mostraron el automóvil que había golpeado a nuestra hija. El parabrisas se había roto y el metal alrededor del vidrio se había abollado. La policía decía que parecía imposible que un automóvil fuera tan dañado en un choque contra un ser humano sin que esa persona hubiera sufrido heridas serias.
Sin embargo, me sentí muy segura de que la confianza en el cuidado de Dios era la ayuda más segura y rápida para nuestra hija, y repetí mis deseos de llevarla a casa. Me di cuenta de que los expectadores, incluso los vecinos, se desconcertaron ante esto. El conductor de dicho automóvil vino hasta donde yo estaba, y me sorprendí cuando me di cuenta de que él concurría a nuestra iglesia. Amablemente se ofreció a ayudarnos hasta nuestra casa. Durante el camino, le aseguré que todo estaba bien.
Una vez en casa, limpié a nuestra hija y la consolé, asegurándole que como hija de Dios, jamás podría ser otra cosa que perfecta, y que un accidente no había tocado nunca su verdadera identidad espiritual.
La amiga con quien había estado hablando por teléfono, era una Científica Cristiana, y vino a nuestra casa poco después de enterarse de lo que había sucedido. Ella nos dio el apoyo necesario en ese momento y me recordó el Himno N.° 253 del Himnario de la Ciencia Cristiana, con estas palabras de Mary Baker Eddy:
Me asienta firme la Verdad
en roca fiel,
se estrella el bronco vendaval
en su poder.
Los síntomas de trauma y pérdida del conocimiento debían ser negados. Reconocimos que la niña era verdaderamente la idea de la Mente divina, y que la Mente es eternamente intacta y consciente sólo del bien.
Nos comunicamos con un practicista de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), quien accedió a orar por nuestra hija. (También dijo que si era necesario llevar a Jennifer a un hospital, debido a la presencia de la policía, podíamos saber que todo estaría bien.) Lo del hospital me confundió algo, y colgué el teléfono sollozando.
En ese momento, llegó nuestra hija mayor acompañada de otra amiga nuestra que también es Científica Cristiana. Esta querida amiga me consoló y me aseguró que todos estábamos a salvo en el amor de Dios. Fue al cuarto de Jennifer y habló con ella sobre el amor de Dios, mientras yo hacía algunas llamadas telefónicas necesarias, incluso una llamada a una enfermera visitadora de la Ciencia Cristiana.
También llamé a mi esposo a su trabajo. Me sentí agradecida por haberme comunicado con él cuando lo hice, pues, poco después, recibió una llamada del departamento de policía, informándole sobre el accidente y pidiéndole que me persuadiera a dar mi permiso para que llevaran a Jennifer al hospital. Mi esposo explicó amablemente que estaba de acuerdo con mi decisión de confiar en la Ciencia Cristiana para la curación.
Cuando volví al dormitorio de nuestra hija, vi que estaba más alerta. Sonrió y agradeció a nuestra amiga por haber hablado con ella. Mi esposo volvió del trabajo, y la enfermera de la Ciencia Cristiana llegó poco después. La enfermera estuvo algún tiempo con Jennifer y nos aseguró que la niña estaba cómoda. Esto era sólo unas pocas horas después del accidente, y para nosotros era evidente que la curación se estaba efectuando.
Sólo unos minutos después de haber llegado la enfermera, un hombre y una mujer llamaron a la puerta. El hombre se presentó como la autoridad de menores para nuestra zona, y la mujer dijo que era asistente social asignada a casos de abuso y negligencia infantil. Explicaron que alguien había llamado al número especial de abuso infantil e informado sobre el accidente, y que ellos estaban allí para asegurarse de que las heridas de la niña fueran evaluadas y tratadas debidamente.
La enfermera de la Ciencia Cristiana se presentó y explicó que ella nos estaba ayudando. También mencionó que un practicista de la Ciencia Cristiana estaba orando por la niña, quien estaba mejorando. Los asistentes sociales admitieron no entender estos métodos de atención y dijeron que no pensaban que podían confiar en tales procedimientos, especialmente porque se había informado sobre daños causados al automóvil. Manifestaron que la opinión médica era el único testimonio que podían aceptar.
Mi esposo y yo permanecimos callados durante esta discusión, y yo pensaba en lo que el practicista había dicho sobre cooperar con las autoridades. Me sentí agradecida al reconocer cómo mi pensamiento había sido preparado para lo que ahora estaba ocurriendo. También me di cuenta de que todo se había ido solucionando armoniosamente, y qué maravilloso era que la enfermera de la Ciencia Cristiana estuviera presente, y qué gran apoyo habían sido todas las oraciones de amigos y familiares. Me sentí tan segura de la protección y curación de Dios, que supe que nada sino Su perfección podía manifestarse.
Le dije a la asistente social y al oficial de menores que llevaríamos a nuestra hija al hospital para que la examinaran a fin de calmar los temores de ellos. También le expliqué a nuestra hija que sólo estábamos comprobándole a otros lo que nosotros ya sabíamos, es decir, que ella era la hija de Dios, completa y perfecta. Ella pudo levantarse de la cama y estaba completamente alerta y contenta.
La enfermera de la Ciencia Cristiana, la asistente social y el oficial de menores nos acompañaron al hospital. Los médicos fueron muy amables con nosotros, y examinaron detenidamente a Jennifer. Después de tomar radiografías y toda una serie de análisis, el personal del hospital no encontró heridas, golpes, contusiones, fracturas o síntomas de angustia de ninguna clase. Dieron a Jennifer de alta rápidamente, ya que no se requería tratamiento. Los asistentes sociales nos agradecieron nuestra cooperación y dijeron que estaban gratamente sorprendidos por los resultados. Les dimos las gracias por su preocupación y les dijimos que sinceramente agradecíamos la atención que nuestra comunidad daba a sus niños.
¡Cuán maravilloso es reconocer el completo cuidado que Dios da a Sus hijos!
Kirkwood, Missouri, E.U.A.