“No moriré, sino que viviré, y contaré las obras de Jah” (Salmo 118:17). Esta declaracion de la Biblia, en la que medité en un momento de extrema necesidad, marcó el punto decisivo en la más sobresaliente de las muchas curaciones que he tenido por medio de la Ciencia Cristiana. Mi gratitud por el pronto restablecimiento de la salud no tiene límites. Ahora, indudablemente, es tiempo para “declarar las obras de Jah”.
A principios de 1982, me sentí bastante enfermo. Esta condición nunca fue diagnosticada médicamente, pero los síntomas incluían fuerte tos, rápida y sustancial pérdida de peso y extrema debilidad. Siempre he dependido completamente de la Ciencia Cristiana para la curación, y cuando esta condición se presentó, inmediatamente recurrí a esta Ciencia. Pero el progreso parecía elusivo y, por algún tiempo, el cuadro era más de deterioro que de mejoría.
Por un período de varios meses, oré para ver la irrealidad de esta dificultad y comprender claramente que Dios, la causa perfecta, puede solamente producir un efecto perfecto: el hombre de Dios, Su hijo amado. Recibí amorosa ayuda de practicistas de la Ciencia Cristiana en diferentes oportunidades a lo largo del camino.
Pude continuar en las labores apremiantes de mi empleo como gerente general de un productivo negocio. Aunque, por un tiempo, trabajé de horario más corto, todo lo que era realmente necesario hacer, fue hecho. Continué asistiendo con regularidad a los servicios religiosos de mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y pude cumplir con mis obligaciones como miembro de su comisión directiva.
Finalmente, un día, cuando las cosas parecían más sombrías, oré, como lo hacía con frecuencia, pidiendo a Dios que me mostrara qué era lo que yo más necesitaba saber. Inmediatamente me vino al pensamiento (¡y me dejó atónito!) que yo estaba haciendo preparativos mentales para mi muerte. Estaba pensando en términos de no estar presente para las Navidades, y cosas por el estilo. Fue en este punto que me vino al pensamiento clara y vigorosamente el versículo de la Biblia que he citado al principio de este testimonio.
Había estado trabajando con la realización de que la unicidad y la totalidad de la Mente divina, Dios, hacen la verdad comprensible y evidente. Súbitamente vi perfectamente claro que mi verdadero ser es una idea espiritual de esa Mente, y que yo no podía realmente morir. Razoné que una idea de Dios nunca podría morir, porque Dios es infinito y eterno. Y así como Dios es infinito y eterno, también lo son Sus ideas, ¡incluso yo! Por tanto, yo sólo podía vivir, esto es, ser la consecuencia misma de Dios, la Mente, la Vida, la causa y creador único, quien es completamente bueno.
Cuando era alumno de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, aprendí que Dios es nuestro Padre-Madre. Ahora podía ver la Vida como Dios, Dios como Padre-Madre, y, por ende, ver la Vida como mi único padre y fuente del ser. Y razoné que esos factores espirituales estaban operando justamente en mi consciencia como una ley de aniquilación a la creencia de muerte.
Ese fue el punto decisivo. A esto le siguió más estudio y oración al aceptar yo esta experiencia como una buena oportunidad para deshacerme de algunos rasgos de carácter y aprender a sentir y expresar más amor. Esta limpieza mental resultó en un progreso más rápido, y la labor de purificar el pensamiento aún continúa hoy.
Antes de este desafío, y durante su duración, yo había estado envuelto en una difícil situación de negocios. Mi opción para comprar el negocio para el que yo trabajaba, había sido dejada sin efecto con motivo de unos cambios tan sustanciales en los términos de compra, que ya no era una proposición aceptable. Toda esta actividad llegó a su punto culminante mientras la curación física se estaba realizando. El resultado, totalmente inesperado, fue que me ofrecieron una posición mucho mejor de la que yo hubiera ocupado como dueño del negocio que con tanto esfuerzo yo había tratado de comprar. Más tarde, mi nuevo empleador me dijo que él había estado muy preocupado por mi salud y apariencia física, pero que, por alguna razón, había procedido con sus planes de emplearme. Verdaderamente, Dios estaba protegiéndome en cada paso.
A medida que la curación progresaba, iba recuperando el peso que había perdido, y volvió mi color natural. La tos cesó, y quedaba un solo síntoma, que me abrumaba a veces. Era la pérdida de sangre, y esto me atemorizaba en extremo. Una noche, cuando este síntoma apareció, el dedicado practicista que me estaba ayudando me preguntó si me gustaría discutir la situación con mi maestro de Ciencia Cristiana. Aquella misma noche decidí llamar a mi maestro y hablarle de la situación, y del síntoma que aún quedaba. El no oró por mí, pero compartió conmigo algunos pensamientos muy útiles. No recuerdo las verdades específicas de las que hablamos, pero, sí sé que en ese mismo momento el temor de la condición desapareció instantáneamente para no volver. Hubo un momento más de prueba, que encaré sin temor, y entonces las hemorragias también desaparecieron completamente.
Ahora, cada vez que corro, nado, monto en bicicleta o subo escaleras, no puedo sino estar nuevamente agradecido a Dios por esta maravillosa curación. Sin embargo, lo más importante para mí ha sido que, como resultado de esta experiencia, crecí espiritualmente en la comprensión de mi verdadera unidad con Dios.
Estoy muy agradecido también por la ayuda de mi querida esposa y mi hijo, los que me cuidaron y nunca dudaron, en su fuerte fe, de que la verdad sería demostrada. Los correctos y amorosos pensamientos de ellos, contribuyeron a la atmósfera sanadora que llenó nuestro hogar.
Nunca podré estár lo suficientemente agradecido por las muchas bendiciones que he recibido mediante la Ciencia Cristiana.
Corpus Christi, Texas, E.U.A.
Con profunda gratitud a nuestro Padre-Madre Dios, verifico el testimonio de mi esposo. Su curación tuvo lugar exactamente como él la relata, y ésta ha probado ser permanente. Hubo mucho temor y dudas que vencer cuando la apariencia externa de la condición era más alarmante y causó muchos comentarios en la comunidad.
Estamos muy agradecidos también a los practicistas que trabajaron por él en diferentes oportunidades, así como también a nuestro maestro de Ciencia Cristiana, cuya tranquila confianza en la bondad de Dios se hizo evidente y se hizo sentir inmediatamente cuando estuvimos en gran dificultad.
Hemos tenido tantas maravillosas curaciones por medio de nuestro estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana que no nos podemos imaginar la vida sin esta maravillosa enseñanza. Ciertamente ha respondido a cada una de nuestras necesidades, incluso la superación de las llamadas enfermedades de niños, quemaduras, enfermedades del corazón, y conflictos de relaciones humanas. Día a día, la Ciencia Cristiana establece firmemente en nuestra consciencia que Dios es Todo-en-Todo.
    