
Relatos de curación
“Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente; de generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca” (Salmo 89:1). He tenido muchas curaciones por medio de la Ciencia Cristiana, de las cuales he dado testimonio en estas publicaciones periódicas.
Aunque pertenezco a la segunda generación de Científicos Cristianos, al principio no estudiaba esta enseñanza seriamente. La ayuda mediante la oración que me daba mi madre cuando la necesitaba, la aceptaba sin pensar en ello.
Hace algunos años, mientras el dentista me hacía pequeños arreglos dentales, me dijo que tenía un grave caso de piorrea y que sería necesario hacer un tratamiento especial para salvarme los dientes. Esto me perturbó bastante.
Artículos recientemente publicados en el The Christian Science Journal y en el Christian Science Sentinel me han impulsado a repasar mi vida. Ha habido en ella grandes cambios durante los veinticinco años en que he tenido el privilegio de ser un miembro activo de La Iglesia Madre y de una iglesia filial.
Hace alrededor de veinticinco años, cuando hacía poco que había comenzado a estudiar Ciencia Cristiana, viajé a una apartada villa con nuestro hijo que en aquel tiempo tenía siete años. Una noche, poco antes de irnos a dormir, el niño rodó por las escaleras desde el primer piso hasta la planta baja.
Hace muchos años un maestro de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana me hizo notar la importancia de estas palabras en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág.
Me siento impulsado a escribir este testimonio a fin de demostrar que la verdad, según se explica en el libro de texto de la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) , Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, sana casos serios de afición a las drogas, así como enfermedades del corazón. Cuando era joven cometí graves errores, por lo que me mandaron a la prisión, donde estuve expuesto a otros malos hábitos.
Hace algún tiempo se apoderó de mí un intenso dolor alrededor del corazón lo que hacía que cada movimiento del cuerpo fuera en extremo doloroso mientras duraba el dolor. Además, me era muy difícil respirar profundamente.
Durante casi cerca de cuarenta años padecí de pesadillas. Comenzaron cuando apenas tenía cinco años.
Siendo ya adulta respondí a la dirección del Padre celestial y tuve la oportunidad de conocer a una familia de Científicos Cristianos. La señora de la casa era muy amable y compartía abiertamente su rico “granero” de verdades científicas.