En mis anhelos por conocer y comprender mejor a Dios asistí a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana cuando era estudiante de primer año en la universidad. Con la amorosa dirección de mis maestros de la Escuela Dominical, y por medio de mi propio estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, tuve la experiencia de un maravilloso despertar espiritual. Pronto dependí solamente de la Ciencia Cristiana para la curación de males físicos y otros dificultades. Durante este período, me hice miembro de La Iglesia Madre y de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, en un pequeño pueblo de las cercanías de Manila.
Hace algunos años, la conferencia anual de nuestra iglesia filial estaba señalada para el mes de marzo. Me asignaron a servir de ujier. En la tarde de la conferencia, mi tía y yo tomamos un jeepney [término usado en las Filipinas para describir un modelo de ómnibus] para ir a la iglesia. Al final del viaje, cuando me bajaba por la parte de atrás del jeepney, otro vehículo que nos seguía aparentemente perdió los frenos y chocó contra la parte trasera de nuestro jeepney. Las piernas me quedaron aprisionadas con extrema fuerza entre los guardabarros de los dos vehículos.
Recuerdo haber repetido inmediatamente: “Dios perfecto, hombre perfecto. Soy la hija perfecta de Dios”, antes de caer al suelo en gran dolor. Varias personas que pasaban acudieron en mi auxilio, preguntando si me podían llevar al hospital más cercano. Mi tía les dijo que nosotras éramos Científicas Cristianas, y les pidió que nos llevaran a nuestra iglesia.
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