
Relatos de curación
“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3). Estas palabras adquirieron gran significado para mí mientras leía un artículo en un ejemplar del Christian Science Sentinel, y la veracidad de ellas ha sido demostrada en muchas ocasiones en mi vida.
Hace unos ocho años, trabajaba yo en un empleo que requería caminar mucho. En esa época, hubo un período de días durante los cuales unos ataques de dolor en el lado derecho del cuerpo aumentaron en frecuencia e intensidad hasta que me fue imposible continuar con mi trabajo.
Mientras caminaba por la calle un día, sentí de pronto como si remolinos oscuros atravesaran por uno de mis ojos. Desesperada, me cubrí el ojo con una mano y fui a ver a un oftalmólogo.
Durante mi niñez presencié el efecto sanador de la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) en la vida de mis familiares. Más tarde, de adulto, yo mismo tuve numerosas pruebas de la eficacia de esta Ciencia; algunas curaciones se efectuaron con la amorosa ayuda de un practicista y otras a través del progresivo entendimiento de mi propio estudio de la Biblia y de los escritos de Mary Baker Eddy.
Una pregunta asombrosa me llamó la atención en Escritos Misceláneos por la Sra. Eddy, poco tiempo después de haber empezado a estudiar la Ciencia Cristiana hace muchos años.
En la página 442 de Ciencia y Salud, la Sra. Eddy dice: “Científicos Cristianos, sed una ley para con vosotros mismos que la malapráctica mental no puede dañaros, ni dormidos ni despiertos”.
Cuando supe acerca de la Ciencia Cristiana por primera vez yo era todavía muy joven. Un día, mi hermano, mis abuelos y yo íbamos a subir a un coche tirado por caballos, cuando de pronto los caballos arrancaron.
En 1975 me enfermé de los bronquios. Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens) , y ella me ayudó a comprender algo de mi perfección como imagen y semejanza de Dios.
Hace muchos años, cuando pasábamos unos días de vacaciones en la costa, mi hijo que tenía siete años en ese entonces, comenzó a mostrar síntomas de lo que parecía ser sarampión. Llamé por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí que nos ayudara por medio de la oración.
Mi padre trajo la Ciencia Cristiana a nuestro hogar cuando yo tenía dieciséis años. Me dediqué a estudiarla seriamente porque estaba sufriendo de bronquitis.