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“Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está...

Del número de noviembre de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones”. Esta declaración, que inicia el Prefacio de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy (pág. vii), fue la catálisis que resultó en la curación de una masiva hemorragia gástrica que me había confinado en un hospital donde los médicos expresaron temor por mi vida. Dos años antes, en 1955, ya había tenido un ataque similar.

En el hospital, compartía una habitación con otro hombre que pasaba gran parte de su tiempo leyendo su Biblia. El reflexionar acerca de la Biblia, trajo nuevamente a mi mente recuerdos de cuando solía visitar la Escuela Dominical de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), y de las cosas que mi abuela, practicista de la Ciencia Cristiana, me había dicho.

Mi esposa no era Científica Cristiana, y yo no había practicado las enseñanzas de esta Ciencia por más de veinte años. No obstante, durante una visita de mi esposa, le pedí que me trajera una Biblia. Así lo hizo al día siguiente, y empecé a leerla desde el comienzo. En Génesis, hallé estos versículos familiares (1:26): “Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”; y (1:31): “vió Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”.

Al meditar sobre estos versículos, pensé: “Si todo esto es cierto, ¿por qué estoy en tal confusión? Ciertamente no creo que soy la imagen y semejanza de algo bueno, ni que tengo dominio sobre gran cosa”. El examinar este relato de la creación espiritual despertó en mí un deseo de comprender mejor el concepto de dominio, y un reconocimiento de que el logro de este entendimiento me ayudaría.

Recordé que mi madre me había dado un ejemplar del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, al graduarme de la escuela secundaria. Estaba en un baúl en el altillo, y le pedí a mi esposa que me lo trajera. Lo hizo con ciertas reservas, pues existía considerable oposición a la Ciencia en su familia.

Comencé a leer el libro, empezando por el Prefacio. Cuando leí la primera declaración que mencioné al comienzo de este testimonio, tuvo un profundo efecto sobre mí. Percibí que la habitación entera se iluminaba y también todo lo que veía a través de la ventana. Estaba confundido por este fenómeno, pero volví a meditar sobre la declaración. A medida que lo hacía, me preguntaba: “¿En qué te has estado apoyando todos estos años? Bueno, ¡ciertamente no parecía que había sido en “el infinito sostenedor”! Comencé a ver que lo que había estado sufriendo — dolor, enfermedad, y así por el estilo — no eran más que los resultados de mis propios conceptos erróneos acerca de mi verdadera identidad y de Dios, a quien había dejado fuera de mi vida casi por completo.

“La necesidad extrema del hombre es la oportunidad de Dios” es una declaración bien conocida que la Sra. Eddy cita en el libro de texto (pág. 266), y recordé que la había oído antes. Se ajustaba perfectamente a mi situación y me indujo a tomar una decisión: abandonar el concepto material de mí mismo (que yo estaba convencido había ocasionado esta condición discordante) y aprender a verme como Dios me había creado.

Al cabo de diez días, se me permitió salir del hospital, y la declaración final de los médicos fue que debía tener cuidado con mi dieta y evitar el participar en actividades extenuantes posiblemente para el resto de mi vida. Estando ya en casa, continué el estudio de la Biblia y Ciencia y Salud. Una mañana, aproximadamente al cabo de una semana de haber regresado del hospital, tomé la decisión de confiar solamente en Dios, mediante la Ciencia Cristiana, para lograr mi curación. Junté todas las medicinas que había estado tomando y las tiré en el cesto de los papeles. Mi esposa se sorprendió y me preguntó por qué había hecho tal cosa. Le contesté que volvería a solucionar mis problemas por medio de la Ciencia Cristiana, algo que debí haber hecho todo el tiempo.

A partir de ese momento, el resultado fue una mejoría permanente. Oré mucho, buscando la guía de Dios a fin de estar plenamente consciente de la armonía y bondad con que el hombre a Su semejanza, es bendecido. Poco a poco logré esto. También recuperé mi fortaleza y salud, y las dudas y temores desaparecieron. La prueba de lo que estaba leyendo en nuestros libros de texto (la Biblia y Ciencia y Salud) se estaba manifestando en mi vida de manera indiscutible. Comencé a asistir a los cultos en una iglesia filial de Cristo, Científico, y, poco después, me hice miembro.

Al poco tiempo de volver a mi empleo como agente viajero, se me presentó la oportunidad de mudarme a otro estado y cubrir una zona más extensa, asumiendo, así, mayor responsabilidad. Acepté el ofrecimiento. El cambio fue armonioso y trajo consigo mucho éxito. No obstante, ocasionalmente notaba algunas molestias estomacales, y parecía que era imposible curarme a mí mismo. Pedí a un practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara a través de la oración y, después de una semana de tratamiento, la condición sanó completa y permanentemente.

Desde entonces, he llevado una vida muy activa, no solamente en lo que concierne a los negocios, sino también participando en actividades atléticas que requieren mucho esfuerzo.

Haber logrado la comprensión y haber demostrado, en cierto grado, que la materia y sus así llamadas leyes no tienen poder alguno — y que, por lo tanto, como hijo de Dios no estoy a merced de la materia — es verdaderamente maravilloso. El entendimiento creciente de que Dios es el único poder, presencia e inteligencia, y el conocimiento de que soy capaz de demostrar esto en mi vida, corroboraba ciertamente la declaración “llena de bendiciones” que nuestra Guía, la Sra. Eddy, promete, y es lo que el Salvador, Cristo Jesús, ejemplificó en su ministerio sanador. Esta experiencia regeneradora fue sólo el resultado del tratamiento según la Ciencia Cristiana. Verdaderamente, no puedo expresar en toda su plenitud lo agradecido que estoy por esta demostración del poder de Dios.


Es una alegría verificar el testimonio de mi esposo.

En el momento en que fue admitido en el hospital de veteranos, perdió el conocimiento. El médico me dijo que me fuera a casa y que en las próximas veinticuatro horas se sabría si viviría. También se me dijo que si sufría un ataque en el futuro, significaría su muerte; y el especialista en nutrición del hospital me indicó cómo preparar su alimento. Huelga decir que me sorprendí cuando, más tarde, mi esposo tiró todas las recetas a la basura.

Jamás podría negar su maravillosa curación. De manera que cuando me pidió que fuera con él a los cultos de la iglesia, lo hice. Poco después, le comenté: “Tengo la impresión de que no volveré más a mi iglesia”. Varios años después, renuncié mi afiliación a mi iglesia anterior, y me afilié a La Iglesia Madre y a una iglesia filial de la localidad; también tomé instrucción en clase de Ciencia Cristiana. Mi gratitud por la dirección de Dios y por las muchas bendiciones aumenta diariamente.

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