Hace más de once años, una amiga que es Científica Cristiana me habló de esta Ciencia. En ese entonces, mi matrimonio había fracasado, y mi salud de pronto había decaído. Sufría de pleuresía, agotamiento nervioso, ciática, dolores reumáticos y cólicos hepáticos.
Al principio, lo que enseña la Ciencia Cristiana acerca de que el hombre es verdaderamente espiritual y no material, me parecía que era algo abstracto y casi imposible de comprender. Por tanto, me fue difícil vencer en seguida la sugerencia agresiva de que yo estaba en las garras de serias enfermedades físicas. De hecho, el temor a veces parecía abrumador. Pero, con la ayuda de la amiga mencionada, pude vencer todo obstáculo. Esto sucedió porque, ante todo, yo deseaba comprender mejor a Dios y Su poder.
El estudio diario de la Lección Bíblica (que se encuentra en El Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana) me ayudó durante muchas pruebas. A menudo meditaba en estos versículos (Salmo 139:23, 24): “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. También este versículo de Filipenses me dio una certidumbre de que la curación vendría (4:13): “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
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