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[Original en italiano]

Hace más de once años, una amiga que es Científica Cristiana me...

Del número de octubre de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace más de once años, una amiga que es Científica Cristiana me habló de esta Ciencia. En ese entonces, mi matrimonio había fracasado, y mi salud de pronto había decaído. Sufría de pleuresía, agotamiento nervioso, ciática, dolores reumáticos y cólicos hepáticos.

Al principio, lo que enseña la Ciencia Cristiana acerca de que el hombre es verdaderamente espiritual y no material, me parecía que era algo abstracto y casi imposible de comprender. Por tanto, me fue difícil vencer en seguida la sugerencia agresiva de que yo estaba en las garras de serias enfermedades físicas. De hecho, el temor a veces parecía abrumador. Pero, con la ayuda de la amiga mencionada, pude vencer todo obstáculo. Esto sucedió porque, ante todo, yo deseaba comprender mejor a Dios y Su poder.

El estudio diario de la Lección Bíblica (que se encuentra en El Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana) me ayudó durante muchas pruebas. A menudo meditaba en estos versículos (Salmo 139:23, 24): “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. También este versículo de Filipenses me dio una certidumbre de que la curación vendría (4:13): “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

Con el tiempo, la fidelidad, la perseverancia y el valor moral me capacitaron para ganar la batalla, y todas las molestias físicas sanaron por completo.

Antes de conocer la Ciencia Cristiana, yo había anhelado la justicia y la verdad, pero había procurado conseguirlas a través de métodos materiales. Como resultado, surgieron malos entendidos, y muy a menudo me quedaba resentida y con mi orgullo herido. Más tarde comprendí que una de las mejores maneras de aferrarse a la verdad, era la humildad. Sin embargo, me era difícil expresar humildad. Mi amiga me alentó a leer las Bienaventuranzas (Mateo 5:3–12), y el capítulo 13 de 1 Corintios. También medité sobre los siguientes pasajes de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: “Las ideas infinitas de la Mente corren y se recrean. En humildad ascienden las alturas de la santidad” (pág. 514); y en la página 327: “Se requiere valor moral para enfrentar al mal y proclamar lo que es justo”. Además, leí otra vez todo el capítulo titulado “La Ciencia del ser”, tomando notas sobre lo que había comprendido espiritualmente. Este estudio a fondo me sanó del orgullo.

Durante las reuniones de testimonios en nuestra Sociedad de la Ciencia Cristiana, de la cual soy miembro activo, muchas veces he dado gracias al Padre por las maravillosas curaciones que he tenido. Mi vida se ha vuelto más serena al servir a mi prójimo que puede necesitar ayuda espiritual, y servir en nuestra Sociedad de la Ciencia Cristiana. También me siento feliz de ser miembro de La Iglesia Madre. Con gran alegría me he dado cuenta de que, en realidad, vivimos en la Mente única y estamos incluidos en el universo armonioso de Dios, el bien.


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