En enero de 1982, se hablaba mucho acerca de la influenza, y de la cantidad de gente que, por varias semanas, faltaba a la escuela por enfermedad. Pensé que eso a mí no me pasaría, pero no me di cuenta de que tenía que protegerme por medio de la oración para no creer esta mentira.
Un viernes en enero, me sentí enfermo, pero como tenía una competencia de lucha fui a la escuela secundaria a pesar de que no me sentía bien. Quería tomar parte en ella. Gané la competencia. Pero me sentía desilusionado porque no me dieron el premio de “el luchador de la semana”, a pesar de que el entrenador me dijo que yo lo merecía y que había habido una equivocación.
El lunes siguiente, me sentía todavía enfermo. Traté de ignorar la molestia, pero al finalizar el día me sentí muy mal. Al regresar de la escuela a mi casa, pedí a mis padres que me ayudaran por medio de la Ciencia Cristiana. Sin embargo, para el martes no había mejorado en lo más mínimo. Sabía que no debía posponer más el orar por mí mismo. Vi claramente que con ignorar el problema no iba a desaparecer. Ya era tiempo de que entendiera mejor la verdad de mi verdadero ser como hijo de Dios. Comencé a estudiar la Lección Bíblica, que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y a pensar en las verdades espirituales que había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. El miércoles siguiente, mis padres y yo decidimos llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana para que nos ayudara.
Al día siguiente, pedí a mi madre que llamara al practicista otra vez. Ella le dijo que yo seguía enfermo y que no había podido comer. El practicista le preguntó si yo me había sentido desilusionado o triste a causa de alguna actividad reciente. Mi madre le contó lo que había sucedido cuando la competencia. El practicista nos dio algunas citas para leer relacionadas con “promoción” y “nutrición” y dijo que continuaría orando por mí. (Las citas eran de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy.)
Al hablar con mi madre después que ella había llamado al practicista, me sentí preocupado pensando si podría sanar de todas mis molestias, siendo que ella no se las había descrito al practicista. Mi madre me explicó que no era necesario conocer los detalles de una creencia para sanarla, y que podíamos estar seguros de que el trabajo apropiado se estaba haciendo. Yo sabía que podía responder a la oración y que nada podía impedir mi curación. Estudié las citas que se me dieron, y hubo una mejoría definitiva en mi estado físico, me sentí mejor y comencé a comer un poco.
Para el viernes en la mañana todas las molestias habían desaparecido. Me di cuenta de que varias llagas que tenía en la boca estaban en proceso de curación. Hasta ese momento no las había notado. Esto me mostró claramente que los detalles físicos no tenían que conocerse para sanar. Al terminar el día, las llagas habían desaparecido, y nuevamente mi color era normal. Ya no me sentía débil, estaba bien.
He tardado mucho tiempo en escribir este testimonio porque creía que al pensar de nuevo en todo eso, estaba reconociendo la enfermedad como una realidad. Pero cuando finalmente me senté y escribí el testimonio, me di cuenta de lo mucho que había aprendido en esta experiencia, y supe que el volver a pensar en ella sólo podía ayudarme a apreciar la curación y fortalecer mi comprensión espiritual. He aprendido mucho de esta curación y también al escribir acerca de ella. Estoy agradecido por la Ciencia Cristiana y por la enseñanza en la Escuela Dominical.
Mesa, Arizona, E.U.A.
Como madre de Brad, he sido testigo de esta curación y quiero testificar que sucedió tal como él lo ha declarado.
Al saber de la enfermedad de Brad, las autoridades de la escuela manifestaron su preocupación de que los hermanos de Brad se enfermaran. La curación de Brad incluyó liberación de la enfermedad para toda la familia. Nadie más en la familia se enfermó.
Por esta demostración y por muchas otras que ha tenido nuestra familia por medio de la práctica de la Ciencia Cristiana, estoy verdaderamente agradecida.
