
Relatos de curación
Conocí la Ciencia Cristiana en julio de 1941. Desde entonces mi vida ha cambiado completamente.
Durante un vuelo sobre el Océano Pacífico pude comprobar el poder sanador de la Ciencia Cristiana. Mi familia y yo habíamos pasado nuestras vacaciones fuera de los Estados Unidos.
Meses atrás, mientras ejecutaba ciertos ejercicios de gimnasia, me disloqué un pie. Sentí un dolor muy desagradable que me dificultaba caminar normalmente.
Cuando nací parecía estar en perfectas condiciones, pero a la edad de cuatro años caí enferma con lo que el médico de la familia diagnosticó como sarampión, congestión pulmonar y meningitis. Mi condición empeoró y hubo una consulta de médicos.
Hace varios años mi madre estuvo condenada a vivir en un estado casi de invalidez. Debido a un malestar orgánico tuvo dos operaciones quirúrgicas de importancia y le esperaba una tercera.
Un día, mientras dictaba una conferencia a la clase de una universidad, sentí una rigidez en mi cuello que empeoraba a medida que pasaba la hora de clase. No podía mantener mi cabeza derecha sino que la fui inclinando más y más hacia un lado.
Deseo relatar una curación que tuvo mi hijita al poco tiempo de iniciar mi estudio de la Ciencia Cristiana. A los tres días de nacida, fue diagnosticado que, además de una dislocación congénita de las caderas, había contraído meningitis espinal y una infección, llamada aftosa, en la boca y la garganta.
La experiencia que paso a relatar ha dejado en mí un hermoso progreso espiritual. Un día sentí grandes dolores y rigidez en la espalda y brazo derecho.
En el mes de julio de 1939, sufrí una fuerte insolación mientras jugaba al tenis. Todos los veranos se repetían los síntomas inherentes a esta condición, manifestándose la enfermedad por una fiebre muy alta que duraba todo el verano hasta que los frescos aires del otoño me traían alivio.
Mrs. Eddy nos dice en el libro de texto Ciencia y Salud, (pág.