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Es con profunda gratitud que presento este...

Del número de febrero de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es con profunda gratitud que presento este testimonio.

¡Qué consuelo y qué maravilloso es cuando alcanzamos esa etapa de comprensión en Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens., en que nos damos cuenta de que ya no estamos solos, dependiendo de los caprichos de las llamadas condiciones materiales! Entonces podemos desechar esa carga mental falsa que nos estaba agobiando y darnos cuenta de que, puesto que somos en realidad la imagen y semejanza espiritual de Dios, podemos mantenernos erguidos.

Tuve muchas pruebas de esto; pero la comprensión final de que no estaba librando una batalla personal con el error vino lentamente y con mucho esfuerzo.

Mi primer reconocimiento de esto fué cuando estaba en las fuerzas armadas. Por medio de la firme ayuda de un practicista de Ciencia Cristiana, me curé de una seria trombosis en los pulmones. El médico jefe del hospital de veteranos, donde había sido llevado en una camilla y sometido a varios exámenes médicos, declaró que la cura había sido un milagro y reconoció ante el practicista que la curación no había sido el resultado de lo que los médicos bajo sus órdenes habían hecho. La curación en realidad se produjo una tarde después que el practicista me leyó el amado himno “Oración Vespertina de la Madre”. La letra pertenece a Mary Baker Eddy, y el primer verso dice (Christian Science Hymnal, No. 207):

Gentil presencia, gozo, paz, poder;
Divina Vida, en todo está Tu ser.
Amor, que al ave Su cuidado da,
Conserva de mi niño el progresar.

Estaba agradecido por la curación; así que me sentí muy desdichado cuando, debido aparentemente a que no podían explicarse cómo se había efectuado la curación, mediante el diagnóstico físico, mi categoría médica fué disminuida a tal punto que afectó mis promociones y futuros nombramientos; esto llegó a constituirse en un estado de constante irritación para mí.

Luché durante casi cinco años con las autoridades para que esta situación cambiara; no obtuve ningún resultado, y esto me desalentó. Un día, cuando hablé por casualidad sobre esta situación con la practicista, me preguntó amablemente por qué estaba yo luchando por resolverla. No entendí lo que quería decir hasta que me explicó que no era mi lucha, sino la de Dios. Me aconsejó que dejara esta situación en manos de Dios, y obedecí. En dos meses me llamaron del hospital, me hicieron un examen completo, y se elevó mi categoría médica.

En otra oportunidad me interesé en un pequeño negocio, principalmente como consejero. Dediqué parte de mi tiempo y contribuí a esta organización durante casi dos años. No pedí ninguna remuneración porque creí que estaba prestando un servicio que la comunidad necesitaba. En mi entusiasmo firmé, con otros, un pagaré en el banco por varios miles de dólares.

Las cosas, sin embargo, no sucedieron como yo esperaba: el error parecía dominar bajo diferentes máscaras insidiosas — primero, desacreditando mis esfuerzos y después tratando de manchar mi nombre. Sentí mucho miedo por el pagaré, porque creía que no sólo yo, sino mi familia, sufriría si el negocio fracasaba. Pedí ayuda a un practicista, quien amablemente me apoyó por medio de la oración; pero el problema no fue totalmente superado hasta que me di cuenta una vez más que todos los esfuerzos materiales tendientes a resolver la situación no me conducían a ninguna parte. Con la ayuda del practicista vi nuevamente que debía dejar todo en manos de Dios. En muy corto tiempo pude renunciar a la compañía, y mi obligación con el banco fué liquidada.

La Biblia nos dice: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias” (Lamentaciones 3:22, 23).

He comprobado que cuando el error nos tiene entre la espada y la pared, el único camino es dejar que Dios actúe. La gran lección que tuve que aprender fué que debía dejar de confiar en esfuerzos materiales y confiar por completo en la dirección de Dios en nuestros asuntos, reconocer que Su presencia está siempre a nuestro alcance para responder a todas las necesidades humanas, y que, cuando acudimos a Él nos oye.

La Sra. Eddy dice en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras (pág. 7): “El ‘oído divino’ no es un nervio auditivo. Es la Mente que todo lo oye y todo lo sabe, la cual siempre conoce y satisfará toda necesidad del hombre”. También leemos en la página 66: “Las pruebas son señales del cuidado de Dios. El desarrollo espiritual no nace de la simiente sembrada en el campo de esperanzas materiales; pero cuando éstas se desvanecen, el Amor propaga de nuevo las alegrías más elevadas del Espíritu, que no tienen mácula terrenal. Cada fase sucesiva de la experiencia desenvuelve nuevas perspectivas de la bondad y del amor divinos”.

Estoy profundamente agradecido por Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino, y por la Sra. Eddy, quien nos mostró cómo aplicar sus enseñanzas en nuestra vida diaria; por haber tomado clase de instrucción, y por la oportunidad de servir a La Iglesia Madre como Ministro para el Personal de las Fuerzas Armadas, y en filiales como Primer Lector, maestro de la Escuela Dominical y en varios otros cargos. Sobre todo, estoy agradecido por la comprensión cada vez mayor de esta Ciencia del cristianismo.


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