Deseo expresar mi gratitud por las muchas bendiciones que he recibido desde que comencé el estudio de Ciencia Cristiana hace más de treinta años. Los conceptos religiosos de la fe en la que me había criado no me satisfacían, y a la edad de dieciséis años dejé mi iglesia. Pero mantuve mi fe en Dios y el deseo de comprender lo que Dios es en realidad. Desde el momento que conocí la Ciencia Cristiana me aferré a ella con todo mi corazón y dependí de ella para todos mis asuntos diarios, como también para la curación de malestares físicos.
Cuando leí en la Biblia que “caminó... Enoc con Dios” (Génesis 5:24), reflexioné acerca del significado que esto tendría al ponerse en práctica y traté también de caminar con Dios. Pero no fue hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial que sentí la proximidad de Dios, el Amor, rodeándolo todo.
Como no sabíamos el idioma inglés, mi esposo y yo estudiamos el libro de texto Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, con la ayuda de un diccionario, buscando cada palabra. Los pasajes que leíamos eran nuestros compañeros durante el día y muchas veces también durante las turbulentas noches. Gracias a la Ciencia Cristiana, demostramos abundancia y protección para nosotros y para nuestros vecinos, aunque las condiciones de vida eran muy difíciles. Fueron extremadamente difíciles durante la insurrección de Varsovia, cuando fue necesario obtener todos los días agua y comida para unas doce personas que se habían refugiado con nosotros, porque sus casas habían sido destruidas por las bombas. Fuimos ayudados por nuestra profunda fe en las palabras de la Sra. Eddy que se encuentran en Ciencia y Salud (pág. 494): “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”.
He tenido muchas curaciones en la Ciencia Cristiana, que incluyen las de sarampión alemán, dolores periódicos, gripe, catarros, y alergias. La comprensión de que el hombre es la idea perfecta de Dios me dio una mejor comprensión de los niños de escuela y me ayudó a establecer una relación más tierna con ellos así como con los otros profesores.
Me gustaría relatar algunas curaciones de las cuales he aprendido mucho.
Hace algunos años mi esposo y yo hicimos una excursión a las montañas. El tiempo era hermoso, y casi todas las mañanas íbamos a esquiar. Al final de la semana empecé a sentir un dolor en la parte baja de la espina dorsal. Al principio no presté atención creyendo que era resultado del cansancio. Pero el dolor aumentaba cada día, y cuando tres días más tarde íbamos a regresar a nuestro hogar, casi no pude entrar al tren, y no podía sentarme.
Entonces me di cuenta de que esto no era fatiga muscular sino evidentemente algo más serio. Inmediatamente le pedí a mi esposo que me ayudara. Los dos oramos silenciosamente por casi una hora. Afirmé la perfección del hombre como reflejo de Dios y declaré la irrealidad de la materia, repitiendo “la declaración científica del Ser” del libro de texto, la que incluye estas palabras (pág. 468): “Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo”. Como en una hora pude sentarme sin sentir dolor y pronto me sentí completamente bien.
Un día, hace algún tiempo, me caí de espaldas sobre el hielo. De momento no pude moverme ni respirar normalmente debido a un severo dolor interno. Oí un crujido y sentí que se me habían roto algunas costillas. Con mucho trabajo me dirigí a mi casa con la ayuda de mi esposo y le pedí que me ayudara con la oración. Oramos todo el camino a casa, declarando el poder de la Verdad y afirmando que, en realidad, nada había sucedido ya que “bajo la Providencia divina no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección” (Ciencia y Salud, pág. 424).
Con la ayuda de éste y otros pasajes del libro de texto y de artículos de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, pude hacer mis tareas domésticas. Más o menos tres semanas después estaba completamente sana, y no tuve que guardar cama ni por un día.
Durante este tiempo, tomaba un curso de conductor y tuve otra prueba más del poder sanador de la Verdad. Era un invierno muy crudo, y cada vez que iba al curso las calles estaban cubiertas de nieve. Además, mi instructor era muy desagradable, nervioso y malhumorado, y le gustaba regañarme por cualquier equivocación que hacía. No podía soportar su manera de portarse. De hecho, después de cada lección regresaba a la casa deprimida y agotada, y hasta consideré descontinuar el curso. No es extraño que fracasara en el examen de conductor y decidiera no tratar más de conseguir la licencia.
Pero más tarde me di cuenta de que la razón por la cual había fracasado en el examen no era mi falta de habilidad para manejar un auto, sino mi actitud hacia el instructor. Así que empecé a resolver el problema por medio de la Ciencia Cristiana. Me di cuenta de que no podía ser dominada por el resentimiento porque en realidad el hombre es la imagen de Dios.
En poco tiempo decidí tomar de nuevo el examen. Me tocó el mismo instructor pero ya no le tenía miedo, y se mostró más bondadoso y amigable conmigo. Esta vez aprobé el examen sin dificultad y obtuve la licencia de conductor. Artículos que aparecen en las publicaciones de la Ciencia Cristiana sobre el tema de conducir fueron sumamente útiles, y estoy sinceramente agradecida a los autores de los mismos.
Mi gratitud por el Maestro, Cristo Jesús, por la Sra. Eddy, y por la Ciencia Cristiana, no tiene límites. Las obras de la Sra. Eddy y las publicaciones de la Ciencia Cristiana son una constante fuente de fortaleza e inspiración. Estoy agradecida por ser miembro de La Iglesia Madre, por clase de instrucción Primaria, y por el privilegio de trabajar con un grupo en formación de Científicos Cristianos.
También estoy profundamente agradecida a La Iglesia Madre por la publicación del libro de texto de la Ciencia Cristiana y el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana en el idioma polaco.
Varsovia, Polonia
