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[Original en español]

En el mes de septiembre de 1935, un familiar...

Del número de febrero de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En el mes de septiembre de 1935, un familiar me habló de la Ciencia Cristiana. En aquel tiempo me encontraba profundamente desalentada por varias dolencias que por años me habían causado mucho sufrimiento. Puedo decir que me encontraba en el “valle de sombra de muerte” (Salmo 23:4), pues no tenía ningún deseo de vivir. Un reuma articular agudo me imposibilitaba realizar las tareas del hogar. También había estado sufriendo desde hacía unos años de una fuerte colitis, por lo que llevaba un riguroso régimen en las comidas, pero la condición se acentuaba cada vez más.

Desde hacía quince años estaba soportando un eczema muy rebelde que me abarcaba toda la cara. Por ser tan visible, era la dolencia que más me preocupaba. Durante todo ese tiempo fui atendida por los mejores médicos especialistas, quienes se esforzaron por encontrar alivio a mi mal con toda clase de tratamientos para el caso, pero sin poder lograrlo. Al fin se me dijo que el eczema era incurable. Por todo esto me sentía tan deprimida que no podía comprender que hubiera algo que pudiera sacarme de ese estado. Sin embargo, a instancias de mi pariente, concurrí un miércoles con mi esposo y mis hijos a un servicio de testimonios. Los testimonios que escuché fueron tan maravillosos que me alentaron muchísimo.

Esa tarde fui presentada a una practicista de la Ciencia Cristiana. Las cosas maravillosas que me dijo hicieron renacer en mí la fe que había perdido. La practicista me ayudó a conocer a Dios, quien nunca aflige a Sus hijos, y me ayudó a comprender que el error no existe en la creación real de un Padre que es Todo sabiduría, sino que es sólo el falso cuadro de la mente mortal. Desde ese momento me puse a estudiar con sincera fe la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Me suscribí a toda la literatura de la Ciencia Cristiana en español, tratando de entender y llevar a la práctica sus enseñanzas. Con la ayuda tan eficaz de la practicista, en muy poco tiempo todas las dolencias y síntomas de enfermedades fueron desapareciendo, haciendo de mí una nueva persona. Estaba llena de una nueva esperanza y felicidad.

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