Relatos de curación
En el invierno de 2013, tuve tos y catarro durante dos semanas, pero pude trabajar. No me pareció necesario orar, pero me alegré cuando desaparecieron los síntomas.
Quiero relatar mi testimonio para demostrar a todos aquellos que son nuevos en la Ciencia Cristiana que para sanar no es necesario tener una comprensión avanzada de la Verdad. La confianza que ponemos en Dios y en Su supremacía siempre puede liberarnos, como hizo en mi caso.
Empecé a estudiar la Ciencia Cristiana hace más de 25 años. En esa época, estaba criando sola a mi hijo de 4 años, y enfrentando algunos problemas físicos.
Un lunes, a principios del 2012, estaba en el trabajo cuando empecé a sentirme mal. Cuando llegué a casa me di cuenta de que tenía fiebre.
Puede ser una tentación pasar por alto las noticias sobre actos de intimidación. Esos informes a veces pueden darnos miedo y hacernos pensar que estamos demasiado lejos como para poder dar una respuesta útil.
En diciembre de 2006, nuestra hija, Angélica, tenía once meses de edad. Una noche, de pronto al tocarla notamos que estaba muy caliente.
Una mañana mi hija menor despertó con mucho dolor de garganta, y le dolía parte de la cara. Cuando fui con su hermana a la escuela para explicarle a la maestra por qué mi hija menor no asistiría a clase, me enteré de que en la escuela había una epidemia de paperas.
Hace dos años, cuando viajaba por un país extranjero, empecé a sentir dolor cada vez que orinaba. Muy pronto el dolor se volvió más intenso.
Cuando leo en las noticias todos los días acerca de los disturbios y opresión que sufren países como Siria y Egipto, pienso cómo puedo yo contribuir a la paz en el mundo. En la Biblia leemos: “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3:17).
Durante mi niñez y adolescencia, asistí a una escuela en una ciudad grande de Francia. En la escuela secundaria, teníamos dos horas de educación física cada semana.