Relatos de curación
Una tarde, en 1994, me dieron ganas de comer un poco de caña de azúcar con mi hermanito, Charly. En aquella época, vivíamos en Muanda, en la República Democrática del Congo.
Mi primer contacto con la Ciencia Cristiana ocurrió estando yo de novia con quien ahora es mi esposo. Él había concurrido desde muy niño a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana.
En enero de 2010, viajé con mi hija a Argentina y Chile. Cuando me puse los auriculares para ver una película en el avión, me di cuenta de que podía escuchar muy poco de mi oído derecho y nada del izquierdo.
En el pasado, la inseguridad, la angustia y el temor formaban parte de mi vida. Pero hace tres años, el temor aumentó de tal manera que se transformó en una depresión que necesitaba sanar.
De 1983 a 1990, sufrí de serios ataques de asma. Hasta las cosas más pequeñas parecían provocar una reacción: exposición al polvo, al humo de cigarrillo e incluso al perfume, así como comer ciertos alimentos.
Después que me casé y nacieron mis hijos surgieron muchas dificultades. Durante varios años padecí de maltrato por parte de mi esposo, quien en aquel entonces tenía un problema de alcoholismo.
En una ocasión, una amiga me comentó que había tenido una fuerte infección en el útero que la había dejado postrada en cama por algunos días, y que había tenido que tomar antibióticos durante varias semanas. Poco después, en febrero de 2012, aunque el problema que había tenido mi amiga no se consideraba contagioso, comencé a tener los mismos síntomas.
En el libro de los Salmos en la Biblia, leemos: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios” (103:2). Con un corazón agradecido, quiero dar testimonio de la bondad de Dios.
Hace ocho años, yo estaba encargado de conducir las reuniones de la Organización de la Ciencia Cristiana (OCC) en mi universidad. Como vivía bastante lejos del campus universitario tenía que salir de casa temprano para poder encontrar un taxi y llegar a la reunión antes que todos los demás.
En abril de 2011, mi esposo y su hermano se fueron ocho días de vacaciones a Grecia. El primer día de su viaje, mi esposo me llamó para decirme que no se sentía bien, y tenía gastroenteritis.