
Relatos de curación
Cuando leo en las noticias todos los días acerca de los disturbios y opresión que sufren países como Siria y Egipto, pienso cómo puedo yo contribuir a la paz en el mundo. En la Biblia leemos: “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3:17).
Durante mi niñez y adolescencia, asistí a una escuela en una ciudad grande de Francia. En la escuela secundaria, teníamos dos horas de educación física cada semana.
Comencé a asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana cuando tenía diecinueve años. Estas enseñanzas me han ayudado a comprender que Dios protege y cuida de cada uno de Sus hijos.
Durante cinco años sufrí de dolores de estómago severos y constantes. Durante ese tiempo, consulté con diferentes médicos, quienes atribuyeron el dolor a una infección.
Mary Baker Eddy habla sobre dos ideas que continúan desenvolviéndose en mi pensamiento y sobre las que nunca dejo de pensar: “Como quienes se adhieren a la Verdad, tomamos la Palabra inspirada de la Biblia como nuestra guía suficiente hacia la Vida eterna” y “La Biblia contiene la receta para toda curación” ( Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, págs. 497 y 406).
Mi familia y yo vivimos en Cuernavaca, México, unos cinco años. Debido al clima cálido abundan los alacranes.
Después que mi hermano mayor, quien era un gran apoyo para mí, falleció en 1977, tuve muchos desafíos. Más que nada, me preocupaba la salud de mi hija.
Crecí en Georgia, un país pequeño en el Cáucaso Sur. En Georgia, la mayoría de las personas son cristianos ortodoxos, y yo me crié en esa religión.
Había tenido varias curaciones físicas por medio de la Ciencia Cristiana, pero no había podido abandonar el hábito de fumar. Cada vez que pensaba que tenía que dejarlo, era peor y ¡más ganas de fumar me venían! Yo fumaba casi dos cajetillas de cigarrillos por día.
Un día, hace un año y medio, me desperté con un fuerte dolor de muela. El dolor era tan fuerte que no podía comer ni siquiera pensar con claridad.