Relatos de curación
Era miércoles y todo el día me había sentido muy angustiada. Esa noche llamé a una practicista quien me consoló con inmenso amor.
Hace un año y medio comencé a sentir un dolor fuertísimo en la cadera. La condición fue empeorando a tal punto que me costaba mucho subir las escaleras hasta mi departamento en un tercer piso, y tampoco podía tomar el transporte público para movilizarme.
Una tarde estaba cortando el césped de mi casa lo más rápido posible, porque es una tarea que no me gusta realizar. En un momento dado, salí del césped para virar y volver al jardín.
Es con mucha gratitud y amor que relato este testimonio sobre el cam bio profundo que experimentó mi vida con el estudio de la Christian Science. Un mes después de dar a luz a mi segunda hija, comencé a sufrir de mareos, así que le pregunté al médico si se debía al parto, pero me dijo que no.
"Te agradecería mucho que oraras por nosotros", me rogó mi vecino. La familia estaba frenética llamando a todos los vecinos para ver si teníamos alguna información sobre su hija de doce años que había sido raptada por un hombre armado cuando estaba con otras chicas.
En la vida he pasado situaciones por las que siento una inmensa gratitud; momentos difíciles en los que crecí en confianza y fe. Podría relatar muchas de estas experiencias en que la presencia divina se manifestó con más precisión en mi vida y que guardo como tesoros.
Tengo tres hijos y ocho nietos, de modo que mis manos y brazos siempre han estado totalmente ocupados. Pero no me había dado cuenta de cuánto uso las manos hasta hace unos meses cuando no pude usar una de ellas.
Hace 27 años que estudio la Christian Science y he tenido muchas curaciones, pero me gustaría contarles una que significó mucho para mí. Yo sufría de un recurrente problema intestinal que me provocaba ataques de diarrea que duraban muchos días, a consecuencia de los cuales perdía peso y quedaba exhausta.
Hace aproximadamente ocho años sentí el sincero deseo de compartir el libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy con alguien que lo necesitara. Oré muy especialmente para que así sucediera, pero el tiempo pasaba, y ya varias personas por distintos motivos NO se lo habían llevado.
Mi hijo tiene hoy 9 años de edad. Todos lo que lo conocen, incluso los maestros de la Escuela Dominical, me hablan muy bien de él y me hacen sentir muy feliz y hasta orgullosa.